Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Wednesday, April 02, 2008

El club de la ducha

Cogí el teléfono aprovechando ese momento de respiro. Tenía el brazo extendido y la mano abierta como si el puñado de pelos fuera una ofrenda o me estuviera mostrando de lo que era capaz. Pálida aún, y temblorosa, al menos había dejado de gritar o, más bien, los gritos se habían convertido en un hipo arrítimico y un sollozo suave cuya cadencia marcaba con los hombros y un poco con las rodillas. Daba la sensación de ser una de las últimas réplicas de un terremoto severo: todo parecía girar alrededor del piercing de su ombligo generoso -o generosa, mejor, la barriga que lo contenía y que gelatineaba al son de sus hipos replicantes-. Un poco avergonzada, tal vez, se tiró de la camiseta negra hacia abajo en un vano intento por ocultar sus carnes: la camiseta no era de su talla, le estaba muy pequeña, como si hubiera dado un repentino estirón o una lavadora descuidada la hubiera dejado para vestir muñecas; aunque quizá fuera fruto de una nueva moda que apostara por el raquitismo y la incomodidad. Ese repentino pudor absurdo le había devuelto cierto color a su piel, aunque no lo suficiente: volví a pensar si no se trataría de una gótica adoradora de belzebú de las que se tiñen de blanco y se pintan ojeras y participan en oscuros rituales orgiásticos llenos de sangre, velas negras y gallos degollados; quizá estaba allí para secuestrarme y llevarme ante su líder, puede que tuvieran pensado sacrificarme ante algún altar cáprico y llenar mi cuerpo luego de mensajes bíblicos escritos con letra abigarrada sobre mi piel con la punta de un cuchillo herrumbroso. Pero no, me dije mientras oía el tono de la línea del teléfono, el ritualismo satánico, el secuestro premeditado y la palidez gótica no concuerdan con su reacción al verme aparecer en el cuarto de baño: Oh, eres tú, oh dios, eres tú, eres tú, había dicho y entonces se había puesto a gritar.


Me contestó una voz de mujer. Oiga, ¿recepción?. Hay una adolescente neurótica en mi ducha. Sí, lo que oye. No, dentro de la ducha, en la bañera. Pues eso quisiera yo saber. Claro que conmigo no ha subido, ¿se cree que soy imbécil?. No, no le grito, disculpe, pero es que comprenderá que me he llevado un susto de muerte. Habrá entrado en un descuido, no sé, mientras limpiaban la habitación. Sí, es la 217, sí, espero. La muchacha se había sentado en el borde de la bañera, con su pelo arrancado todavía en la palma de una mano mientras con la otra me señalaba y se tocaba la frente y me señalaba, intentando quizá algún tipo de lenguaje corporal cuyos rudimentos yo desconocía pues no entendía qué coño me quería decir. El hipo, el llanto, el tembleque y la vergüenza imposibilitaban la comunicación verbal inutilizando su aparato fonador que, todo lo más, profería algún gorjeo gutural de vez en cuando. La mujer de recepción aún no había vuelto así que sujetando el auricular entre el cuello, la cabeza y el hombro, me acerqué al lavabo, llené con agua uno de los vasos de cristal que había sobre la repisa y se lo acerqué a la casigótica que se lanzó sobre él como un azor sobre un ratón de campo. Hay que ver, fui pensando, un poco para hacer tiempo, estos hoteles de cinco superestrellas clase vip: tienen langosa en el menú del servicio de habitaciones y teléfono en el baño pero son incapaces de evitar que una adolescente de camiseta disminuida se cuele en tu bañera para secuestrarte o agasajarte o sorprenderte o solo gritarte.

Fue entonces cuando empecé a comprender lo que pasaba. Había oído hablar de ello en el telediario pero no creí que me fuera a tocar a mí, no en vano entonces mi nombre aún no era demasiado conocido para el gran público: iba sonando un poco, eso sí, en los círculos poéticos de la universidad y ya había concedido un par de entrevistas de media página al periódico de mi barrio. La muchacha era una histérica y espasmódica víctima del paroxismo y la convulsión: era una fan. Mi propia fan, pensé, rediez. Entre tanto, desde recepción se había hecho cargo del asunto un subdirector de personal que me comentaba, amablemente, que el hotel no se hacía responsable de ninguna adolescente trasnochada, que ellos no habían permitido la visita ni le habían dado la llave a nadie, faltaría más, y que el problema venía a ser mío y solo mío. Como el fenómeno fan había cambiado la situación radicalmente, le di las gracias al subdirector y pedí una botella de Moët Chandon Millesime del 99 para celebrarlo. Colgué y me enfrenté de nuevo a mi casigótica fan número uno (¿habrá más?, preguntaba sin cesar mi ego). No sabía bien qué debía decir así que fui rompiendo el hielo con algunos tópicos: hola, dije, gracias por leerme, soy P, jajaja, aunque bueno, eso tú ya lo sabes: ¿quieres que te firme un ejemplar?.

¿Ejemplar?, preguntó ella al fin y al instante me enamoré de su voz musical, tierna, blanda. ¿P?, preguntó también. ¿Leerte?, siguió preguntando: una vez que había arrancado a hablar nadie podía pararla. ¿Pero no eres Adolfo Peralada, el de OT?. A que me he confundido de habitación. Vaya corte, usted perdone, pensará que estoy chiflada, ya decía yo que la tele le adelgazaba mucho. Bueno, yo casi que me voy, eh, adiós, adiós. Y abandonó mi cuarto sin poder evitar una nausea que quedó reflejada en el espejo del armario empotrado que me la devolvió como un certero disparo al corazón del ego. Hay días en los que uno no está para nada, caramba.

3 comments:

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

jeje, no te desvíes de este camino hijo, que es muy agradecido.

Deberías conocer a tus fans.
Nosotros somos más de manta y zapatilla: de manta con Tanqueray y zapatilla pal Soho, a buscar a Pevarelo.

A los fans de Melancolía Barata les iba más el suicidio colectivo

La reina de la miel said...

Una fan de OT nunca diría "usted perdone" cual vulgar personaje de Jardiel, caro P.

Anonymous said...

esto... demasiado tiempo sin actualizar, oye, que todavía no nos hemos suicidado, y podemos leer, ¿será esta una batalla entre P. y Baxter para ver quien tarda más en actualizar?