Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Monday, April 21, 2008

De genomas y escarchas



A Inés, recién aterrizada, y a Luna, con 19 meses de imperdonable retraso: todo lo que tus ojos alcanzan a ver, hijo mío, será tuyo algún día.






Esta tarde, mientras hacía la compra en el Alimerka, he aprendido algo nuevo sobre mí que me tiene un poco conmocionado: la piña colada me gusta menos de lo que creía que me gustaba. Esta realidad, sin ser desgarradora por sí misma, viene a incidir en la general sensación de abatimiento y dolor de garganta en la que me encuentro sumido esta semana. Me dejé, tal vez, llevar por lo novedoso y en lugar de meter en la cesta mi Sunny Delight sabor limón de toda la vida, que es cercano y es ameno y entra bien y funciona, escogí el de piña colada atraído por los colores ambarinos y por las promesas caribeñas. Una vez en el coche recordé que a mí el caribe me parece más bien horrible y sofocante, pero las bolsas viajaban ya en el asiento del copiloto y era tarde para cualquier devolución retractora. En mi nevera, me temo, deambulará este error colado durante semanas, hasta que a alguna mano afable le dé por hacer limpieza de campamento (soy incapaz de tirar nada que no lleve más de nueve meses caducado) y nos libre y me libere. La conclusión que saco, y llevo pensándolo unos diez días, es que verdades en principio tautológicas sobre P y sus alrededores, que antaño participaban de la indestructibilidad de los dogmas de fe, parecen estar ahora teñidas con la fragilidad de un andamio Curri.




Lo del dolor de garganta es uno más de los síntomas de la enésima gripe de la temporada que hoy ha ido callejeándome desde la cabeza hacia zonas más extrarradiales, hacia las barriadas de brazos y piernas, y se ha asentado en la espalda, lugar común para todos los achaques que me abrazan. Así, tosiente pero encantado, me presenté anoche en la cola de Los Prados a mi primera sesión de ópera con palomitas. Sin miedo al que dirán, nos acodamos en la tercera fila y disfrutamos de un barbero de Sevilla bastante potable, aunque un tanto estruendoso. Ir al cine para ver una ópera le restó cierto glamour a la resultante, pero le otorgó un toque de casera comodidad, como ir a una recepción a la embajada de Canadá en zapatillas y batín, un espíritu de todo a cien que me encanta. Rossini parecía, a primera vista, una buena guinda a un día del libro que había pasado sin pena ni gloria por Velázquez seis. Y es que desde que M me abordó con la noticia de que, para el New York Times, La sombra del viento (ópera prima y lastimosamente no última, ni por lo tanto omnia, tampoco póstuma, eso no se lo deseamos a nadie, del celebérrimo, y rollizo, Carlos Ruiz Zafio, ese hombre) parece escrita a seis manos por, pásmense, Umberto Eco, Borges y García Márquez, los días son túneles de tinieblas, vivo sin vivir en mí y no muero porque la gripe está controlada con frenadol, que si no. El caso es que envidio a Zafio, más que por los demonios literarios que lo pulpifican, por lo hexagonal de sus extremidades: como yo suelo escribir agarrado a una botella de Barceló con la siniestra, el tipo me saca cinco manos, así cualquiera puede enfrentarse a una primera edición de un millón de ejemplares. Yo, en mi humilde blogcidad, prefiero tenerte conmigo, querido lector, a figurar en las vitrinas de las pescaderías y las farmacias, junto al cuarto y mitad de mero y a los frascos de Ceregumil. Y eso que a mí lo que de verdad me pide el cuerpo estos días es tener un bebé.




Sí, mis idolatrados todos, la genética está que bulle dentro de este amasijo de recuerdos que es P, sobre todo desde que el domingo fuimos a ver a la recién, y deliciosamente adorable, nacida Inés, segunda hija de Vicen, un gran amigo de la casa. Así que entre la piña colada, el sexo anal y la urgencia procreadora estoy conociendo a un P que ni en pintura hubiera asimilado hace once años. Hace once años, la cifra no es baladí, tuve mi última -y única- experiencia con la paternidad. Conté unas fechas atrás, ante este mismo auditorio, que mi primera experiencia sexual coincidió con el terremoto que hizo temblar España en mayo del 97, y que de alguna manera yo me sentía partícipe o responsable o motor de aquel tembleque. La chica se llamaba -y quiero creer que se sigue llamando- Paloma. Un día cualquiera de 1998, unos meses después de dejarlo y en uno de mis últimos viajes universitarios a Vigo, la vi o creí ver en Santiago, cerca de su casa, conduciendo un carricoche calle arriba. Estaba de espaldas y el corte de pelo era el mismo que yo había besado tanto aquellos días, también la estatura y el ensanche caderil coincidían: siempre creeré que era ella. Y como habían pasado varios meses desde nuestra ruptura otoñal puede, pero también puede que no, que en aquel carricoche viajara mi hijo, y ahora tendría casi once años, sería un preludio de adolescente galegoastur con nariz romana y pestañas interminables. Aunque todas nuestras relaciones tuvieron un estricto control profiláctico, nunca se sabe, quizá tenga ya el hijo que entonces no pensaba siquiera tener y ahora quiero. Sería un poco mayor para jugar con Inés y con Luna y con la hija de otro amigo, Andrés , que debería estar naciendo a estas horas, mientras escribo: niñas que no conocerán la escarcha, hambre sobre sus cunas. Tal vez me venga a buscar algún día, sí, eso pienso a veces y tendré preparada la historia de cómo creí verle una vez, al poco de nacer, en una calle de Santiago al lado de la estación de autobuses, una tarde de otoño gris y ventosa, pero sin lluvia. Aquel era otro P, eso seguro.







3 comments:

La reina de la miel said...

En primer lugar, me encanta sentirme parte del post, como asistir a una premiere con pase vip; en segundo lugar...¿reloj biológico ya, tú??
Entonces yo...
Quiero decir...
Glups.

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

Inés, Luna y David.

¡¡¡ Triple felicidad!!


Necesito una mamá

Anonymous said...

No eres el único para el que su reloj biológico toca su alarma de "espabilayateestáshaciendomayor" a rabiar. Me alegro de sentirme acompañada en el sentimiento, aunque preferiría que el impulso maternal se resolviera preñando a un machote en el fragor sexual de una noche loca y no al contrario...
En cualquier caso, dé a luz quién pueda, Inés es un verdadero bombón y Luna otro tanto. Que se animen tus amigos y tengan muchas más si van a ser tan lindas como las dos primeras. S.