Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Thursday, March 06, 2008

While my guitar gently sheeps

Saldrás del baño en cualquier momento y no sé cómo esperarte, si ponerme el pijama y darle un toque costumbrista al asunto, o buscar la practicidad de los calzoncillos o la sinceridad estática del desnudo. Hace un minuto aún era de noche y por tanto eran válidos los besos y se podían intentar caricias y mezclar, de vez en cuando, con el discurso desapegado y sexual, algunas palabras del inventario empalagoso sin que estuviera en juego tu visión de mí como amante nocturnocasional con copas. Esperabas, como todas, de mí una actitud más bien neutra y confinada, con el aderezo típicamente reservado de quienes conociéndose apenas comparten algo tan íntimo como fluidos y roces; pero yo no soporto esa tibieza verbal tan al uso, esa necesidad de ser cauto y equlibrado y equidistante, como si el sexo fuera cuestión de matemáticas y no de pasiones y apetitos. Y mi desnudez cuesta ese descaro: no puedo estar desnudo sin ser intenso, es para mí una máscara, una bata, un velo con el que me cubro, me tapo, me oculto y a la vez me sincero. Hace un minuto era aún tiempo de orgasmos y me estaban permitidos desmanes gratuitos que ahora, cuando salgas del baño (y ya oigo la cisterna, luego vendrá el grifo y la puerta y el ruido de pisadas por el pasillo y yo estaré nerviosísimo y aún no sé si en calzoncillos o no), debería silenciar.

Como no he abandonado el recinto -muslos del sol, recintos del verano-, para mí sigue siendo noche lo que para ti es un amanecer en casa ajena, y aunque te propusiera un desayuno en El perro verde con tostadas y zumo de pomelo, la cita se habría terminado ya en el momento en el que esquivaste mi último beso (¿habrá sido último, ese beso?) y me preguntaste si podías usar el lavabo, lo otro sería un desayuno con desconocido y tostadas en el que los restos de la noche se irían diluyendo como azucarillo en un termo de café. Pero nunca sé dónde detenerme y te propondré lo del perro verde en cuanto vuelvas a la habitación, aunque la penumbra me deje ver en tus ojos que ya solo piensas en salir de aquí, coger un taxi y llegar a tu casa en las afueras, en ir borrando la cara y los chistes y los flirteos de este desconocido que lo seguirá siendo mañana y tal vez lo vaya a ser siempre. Follar es un juego y yo no estoy preparado aún para ser solo lúdico, quiero verle trascendencia y ánima y consecuencias ontológicas a cada beso, a cada blando mordisco en la zona donde la nuca se confunde con el cuello. Me cuesta discernir entre la farra y la esencia, definitivamente no sé distinguir entre besos y raíces. Oigo ya el agua gotear en la loza y refrescar tu rostro sin afeites que tanto me cautivó anoche y que estuve ponderándote y lamiéndote hasta hace un maldito minuto.

Entonces, sin escuchar aún la puerta del baño, reparo en uno de tus guantes de polipiel azul pálido que reposa sobre mi silla de ordenador, desparejado. Como el otro no está a la vista pienso en la unicidad de los pares, en la soledad del abandono, en lo inservible de los objetos sin complemento y en el fetichismo preponderante. Fue lo primero que me atrajo de ti o lo primero que de ti vi: un guante de polipiel azul pálido fumando un cigarrillo en la puerta del Arde París. No hacía demasiado frío, no tanto como para justificar esos guantes que ya me hablaban de ti y me instaban a vencer mi proverbial timidez y a asaltarte. Me gustaría, ahora que ya sí estás en el pasillo y yo me he puesto una camiseta, que a mi habitación volviera la chica del guante de polipiel y el cigarrillo humeante, a la que le gustó o hizo gracia el fingido tartamudo lleno de ademanes que era yo anoche, con sus referencias de cineclub y sus adjetivos grandilocuentes. Necesito que vuelva la mujer que admitía con deportividad mis excesivos piropos, la que respondía a mis besos con cierta voracidad y se dejaba mecer por las caricias a veces. Sobre todo para no sentirme como un guante de polipiel azul pálido sobre una silla de ordenador en mi cuarto de adán. Es entonces cuando abres la puerta y sonríes.

8 comments:

Anonymous said...

Aplauso general, ovación en tribuna y asentimiento resabido de hombrecillos con monóculo: si ya sabíamos que este chico...
Al final le di al play, correspondía.
Estoy perpleja, algo así como acumulando nadas.

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

Me se agolpan las palabras después de una semana sin internet.
Me apetece salir corriendo en bolas por la playa y gritar y gritar y no volver.

No se si el asunto sangriento de L quedó suficientemente explicado para el vulgo.

Aún no doy crédito

Anonymous said...

Querido Baxter, realmente piensas que, como tu lo llamas, el asunto sangriento se puede explicar suficientemente???
Ni aún con el directo en mis retinas me atrevería a ponerle mas palabras de las que le corresponden.
Paul, esta noche lo has 'bordao'.
Fitz.

Daeddalus said...

Es lo que tiene la luz del alba...

simalme said...

Precioso, Pablo.

Mireia Sala said...

Que importantes son los minutos a veces...
Me ha gustado mucho.

Saludos!

Anonymous said...

d' you know who is, mr dixon? que fin de semana...

Anonymous said...

JAJAJAJAAAAAAAAAAAAAAAA AY POR FAVOR, NO PUEDO, ES GENIAL, AJJAA....MADRE MIA, ya desde el principio no pude contener la risa, jaja jo der....mira:

Saldrás del baño en cualquier momento y no sé cómo esperarte, si ponerme el pijama y darle un toque costumbrista al asunto, o buscar la practicidad de los calzoncillos o la sinceridad estática del desnudo


JAJAJAAA......IMPRESENTABLEMENTE GENIAL...JAA.esq no sé cómo lo haces, c a b r o n jaj mUak, Un beso..dos, Hellye