Triángulos: cambiar de pintor favorito es como cambiar de

Y, me parece, el momento álgido llegó un par de días más tarde. Me gustó tanto aquel texto que lo incorporé de inmediato a mi exblog, aquel de la económica melancolía. Sinceramente creo que tiene un hueco aquí, entre notrosotros, dos años después. Felicidades:
Es gracioso si se piensa: cumplimentamos las desgastadas sendas del ir queriéndose con sorprendentes facilidad e impudicia, nos dejamos llevar por los convencionalismos ignorando a sabiendas que todo en el amor está recubierto de trilladas frases vacuas: nos las repetimos constantemente como aferrando nuestra relación a esas demostraciones difusas y oxidadas de cariño y comprensión. Pecamos: cometimos el error de pensar que era cierto, que nosotros no somos como los demás: creímos que nadie antes se había encontrado en Tannhäuser, en Las Soledades, donde habita el olvido, en el palacio de la luna, en Sildavia o en Blade Runner y, cruel fragilidad, que después nadie nunca podría si, al final, se demostraba (nosotros nos negamos a creerlo, recuerda) que fuera a existir un después sin que tú justificaras mi existencia. Era tan fácil imprimir un soneto de Ángel González, envolverlo en una servilleta del Danny's Jazz Club y regalártelo aprovechando que habíamos puesto La Chispa Adecuada y que sospechábamos ser inmortales. También ayudaba el vino cuando dejábamos irse la noche entre risas de manta escocesa y películas de Billy Wilder, las lonchas de salmón ahumado y besarnos las rodillas, creer que al bajar a por el pan Oviedo sería Manhattan. La vida era volver del trabajo cansado y encontrar fuerzas o ganas para verte sin necesidad de cafés por el medio, convencido de que la originalidad era alimento necesario y suficiente, que los que necesitan algo humeante en las manos para poder empezar a contarse el día están locos o son idiotas o no se quieren o ignoran lo que es pasarse la noche en vela repasando las inútiles frases inconexas

pe(r)dí que volvieras; como si fueran a servir ya de algo las dije y luego, abrazado a la almohada cayendo en una última inercia inevitable: tu olor, quería cambiarlas y volver el tiempo atrás y corregir defectos y mejorar tonos y mantener composturas porque, supe, a veces una lágrima se interpone entre lo que deseas y lo que eres. Otras veces, suena el despertador y es tu mano dormida la que lo apaga.
Pero a ti, linda Sandra, te felicitaremos mañana.
2 comments:
ehmmm... esto...ejem...
Confieso que me agrada visitarte de vez en cuando y disfrutar de tu prosa, querido.
Imagino que no me ocuurirá a mí sola, pero siempre consigues dejarme tirada sobre el día después de leerte.
Un abrazo
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