Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.
Saturday, March 29, 2008
You get me Fievel
Recuerdo mucho a Uno, sus manías perfeccionistas y su extraño olor y sus excesivamente húmedos besos. Y nunca había escrito nada sobre ella, qué raro. La primera novia, aquellos maravillosos daños. Sigue siendo mi récord sentimental, -este dato también debe decir algo sobre mí-, 363 días de pura montaña rusa que se terminaron aunque ya había regalos de aniversario comprados (entiendo que esos regalos se reutilizaron cuando quedó claro que manejábamos un tiburón muerto; no recuerdo qué hice yo del mío si hubo, ni qué era si efectivamente lo compré. Me parece que a mí me tocaban unos libros y un jersey). Creo que ahora es ginecólogo, o pediatra, médico seguro: ya lo era a los 10 años y nunca dejó de serlo, cada notable en filosofía era un infierno de mediocridad y lágrimas que teníamos que soportar con paciencia los hijos del cinco con cinco y que se interponía como una losa en su camino hacia la facultad de medicina. La despedida fue con gritos y cojines lanzados a la cara. Me quedé como compensación con un par de discos suyos, o de su padre, (después del affaire de los cojines no quise devolvérselos) y uno era -y sigue siéndolo, aún lo conservo- el Abbey Road. Esas cosas no se devuelven.
El caso es que mi relación con Uno empezó a quebrarse el día en el que se enteró que yo estaba en el hospital, aquejado de un severo caso de mononucleosis por su culpa. La mononucleosis por su culpa no la supo asimilar, echó balones fuera, culpó a unos inexistentes vasos mal lavados. El origen de todos mis males febriles fue un poco el final de todas mis relaciones duraderas, y ahora debería extraer una conclusión sanitariosentimental de todo ello, pero que me aspen si lo entiendo. Y no quería hacer un post sobre primeros amores y enfermedades incurables, yo quería hablar sobre Salgari y las lecturas del entonces, la adolescencia recuperada. Pero descubrir que el origen de mis bajas defensas, sentimentales y físicas, reside en el mismo beso, te quita las ganas de viajar con el corsario negro, por mucha Yolanda que le arríe los trinquetes.
Friday, March 28, 2008
Mientras intentaba darle esquinazo a mi desesperación evalué mis posibilidades. Lo más certero, pensé, era apostar por una plataforma para la protección de la Q como letra en peligro de extinción. Basándome en las experiencias de una juventud reivindicativa (yo era de los que se manifestaban en pelota picada contra los abrigos de visón) decidí que lo primero era recoger firmas. Así que agarré la sábana más limpia que encontré por casa, la llené de eslogans y consignas llamativas del tipo: Quando te des cuenta, Quizá sea demasiado tarde, y me planté a la entrada de un conocido centro comercial asturiano, dispuesto a dar guerra. Como había desayunado tarde, nada más llegar me acosaron unas inevitables ganas de ir al reservado así que abandoné el centro de operaciones un momento y fui hasta los baños. Al entrar me crucé en la puerta con un antiguo compañero de la facultad. Él hizo como que no me reconocía pero yo estaba seguro: siempre había odiado a este fulano, el típico siempresélarespuesta que se dedicaba en los descansos entreclases a fumar literariamente con las chicas de la clase y a gastar bromas estúpidas y a sentirse el rey de la creación filológica, uno de esos poetastros de salón que se sientan en la zona más concurrida del campus a escribir en su libreta para que todo el mundo vea lo interesante que es y lo genial que sería compartir con él un par de adjetivos, ay, seguro que sus descargas adverbiales son inimitables.

Wednesday, March 26, 2008
El día en el que no paraba de llover

Supongo que alguien encenderá pronto este candil y bajo su luz quedará mi bulto más efectista, más de película de bajo presupuesto, chorreando agua y esperando té. Ya veo las sombras descender y ocupar los edificios y las persianas y las caras de la poca gente que transita, todos bien adosados a las marquesinas para ahuyentar la lluvia que no cesa, lluvia de angora con eléctrica disposición, pergeñada por tu tormenta algodonosa y tu capricho uterino. Porque, pongamos el as de picos pardos ya sobre la mesa, toda esta sopa humana de corriente alterna no sucedería si no te hubieras lanzado a los brazos del primero que dijera para mí, o tal vez sí, hubiera sucedido de igual modo pero con mucho más compás, y con más síntomas, un día fiebre y otro espamos y al final un tono amarillento en la piel y venga esa caja de pino. Y yo creo en las noticias con sordina, en el dolor con caramelos, en que las penas siempre con pan. Qué te hubiera costado fingir lo mucho que odiabas mi manera de adorarte, o el poco espacio que te dejaba para respirar arrollándote con mis brazos locomotores y mis regalos todoacien, o la velocidad quintuplicada con la que me puse a quererte desde el día uno sin esperar a que las típicas tensiones compartidas fueran menguando la calidad de una relación que había nacido moribunda. ¿Qué te costaba mentir? No me gusta la gente que odia la mentira, la mentira es ficción, es mi vida, es este hombre envuelto en una farola de angora a la luz de un viejo candil. Mentir es fundamental así que, por favor, vuelve, miénteme un poco y llévame a comer una de bígaros al Planeta, anda.
Tuesday, March 25, 2008
The passion of the Luis
Thursday, March 20, 2008
Canciones para cuando no estás: Velázquez con maletas

En un lugar una mancha
El caso es que anoche, mientras le leía El centinela en voz alta, recordé que el día que murió Stanley Kubrick yo volvía de Galicia en autobús, y no me enteré de su muerte hasta que llegué a Gijón. En la radio del taxi que me llevaba a casa desde la estación dieron la noticia de última hora. Era domingo y llovía, pensé que los grandes siempre se van solos y en domingo y cuando se van, llueve. La chica de radio nacional que leía la noticia no mostró sorpresa o indignación, ni parecía penada o atribulada ,ni tan siquiera molesta por su muerte. Esta madrugada, en su casa de campo de Inglaterra, ha muerto a los setenta años el cineasta americano Stanley Kubrick, leyó o dijo. No me sorprende, ni a HAL -ella parece saber cosas-, que nueve años exactos después se haya ido Arthur C. Clarke, coguionista de 2001 y escritor de los cuentos de los que Kubrick sacó la idea para la película. Lloré sin rabia y sin dolor, pero con pena, lágrimas como gotas que el taxista admiraba de reojo y de las que nada dijo. Por eso le leía El centinela anoche a HAL 9000, como recuerdo a la figura de Arthur C, como póstumo homenaje. Le leí: "Probablemente, en aquellos primeros segundos, ninguna emoción llenó en absoluto mi mente. Luego, sentí una euforia inmensa y una alegría extraña e inexpresable. En realidad, amaba a la Luna, y ahora supe que el moho rastrero de Aristarco y Erastóstenes no había sido la única vida que albergó durante su juventud. El viejo y desacreditado sueño de los primeros exploradores era cierto. A fin de cuentas, había existido una civilización lunar, y yo era el primero que la había encontrado. Haber llegado tal vez con un centenar de millones de años de retraso no me turbaba lo más mínimo. Era suficiente haber podido llegar"
También recordé que esa no fue la última vez que Kubrick me hizo llorar, curiosamente. La segunda, más tierna, fue al final de Inteligencia Artificial, una de las pelis más tristes y subepidérmicamente desgarradoras que he visto en los últimos años. Todo esto le iba contando yo a HAL mientras ella me miraba fija, intensamente con su ojo sin párpado, rojizo y herrumbroso, (Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, / y en traje de cañón, las parameras/ donde cultiva el hombre raíces y esperanzas/ y llueve sal y esparce calaveras), desprovisto de calor humano, en exceso racional, perturbador, meticuloso. Luego, entre ruiditos de aceptación, hicimos una exégesis en profundidad sobre el cuento y sus repercusiones en el mundo de la ciencia ficción. Ambos convenimos en que C Clarke era un autor mediocre y casi desconocido al que Kubrick había situado en la cima. Echamos de menos a Stanley y prometimos instaurar un ciclo kúbricko de repercusión regional y carácter anual en velázquez seis al que estáis todos formalmente invitados (me dice HAL que ellas deben abstenerse de traer ropa provocativa y de entrar en mi/su cuarto y de hablar conmigo si fuera posible). Seguiremos informando.
"...más recordad, por favor, que esta es sólo una obra de ficción. La verdad, como siempre, será mucho más extraordinaria” (A. C. Clarke)
Sunday, March 16, 2008
No puedo estar sin ti, no hay manera
Hamlet, Act 2, Scene 2
Viajo para no hundirme en mi norte, para crear recuerdos lejanos (geográficamente) y poder agarrarme a ellos, para liberar mis pseudópodos y mi curiosidad, para escribir un poco y para conocerte, sobre todo. Meto el universo en una cáscara de nuez roja con ruedas y pegatinas de Easyjet y me voy, abro la ventana y miro y distingo el espacio finito. La cáscara de nuez flota y ha estado en Venecia, en Londres, en Coruña, en Estambul, en Valladolid, en Dubrovnick, en Ferrol, en Madrid, en Vigo, en Florencia, otra vez en Londres, en Atenas, en Santander y en Roma. En apenas catorce meses he viajado más que en 28 años de creerme enraizado e inamovible. Y aún no te conozco, aunque no pueda vivir sin ti.
Del mismo modo que hay canciones que vertebran un disco y son su espina dorsal, su motor, su razón de ser, el eje alrededor del que gira y respira, hay canciones que vertebran viajes. En casa tengo que contar que cogí mis bártulos y me puse en camino porque el Sporting jugaba en Ferrol y había que aprovechar la coyuntura para ir a ver a minibro y articular en torno a eso una linda farra gallega preprimaveral, porque en casa no puedo contar que hicimos seiscientos kilómetros en coche para descubrirnos en una canción, pensarían que estoy más desequilibrado de lo que ya saben que estoy. Este fin de semana, más que nunca, pusimos en práctica el viaje exterior para poder autopsiar nuestros recién liquidados treinta primeros años. Y todo gracias al revival ronáldico que Albert nos ofreció como guía del buen viajero: el último tema de aquel disco es la típica canción por la que merece la pena hacer la maleta y coger un tren hacia cualquier parte.
Y no es que sea la canción más bonita del mundo, pero lo que dice es cierto, habla de mí y hace treinta años que lo padezco: llevas años enredada en mis manos, en mi pelo, en mi cabeza. Y no puedo más, no puedo más. Debería estar cansado de tus manos, de tu pelo, de tus rarezas. Pero quiero más, yo quiero más. No puedo vivir sin ti, no hay manera; no puedo estar sin ti, no hay manera. Seas quien seas.
Tuesday, March 11, 2008
Bastaría con que agotaras una sonrisa en sus preludios, con que la congelaras en alguna zona imprecisa de la garganta y te volvieras mueca; bastaría con que por una vez abandonaras esa necesidad circense tuya bajo la que necesitas enfrentarte al mundo, ataviado de zapatones y flores regadío, y te parapetas, esa pose club de la comedia, esa mueca chaplin, ese falsete chandler bing, ese helicóptero de ademanes, esa mirada de reojo cada vez que rematas un chiste esperando que el tipo de la percusión te ponga la guinda con un dos más uno de bombo y platillo.
La felicidad que teatralmente envidias en una aburrida pareja de domingo manoteando besos en un banco de Los Prados, la que detestas en las relaciones-telenovela, la que aborreces en los novelones decimonónicos tan llenos de silencios y muertes prematuras y amores contrariados, esa felicidad de postal catorce-efe con bombones de licor y pétalos violetas la llevas escrita en tus ojos tan de ternero-esperando-su-turno cuando me miras.
Total, que el único momento ideal para escribir sin interruptus -coitales o arbóreos- es por la noche, a partir de las nueve más o menos. Y lo intento, pero a esa hora estoy que me caigo de sueño, lógico si pensamos que me levanto a las seis cada mañana para bajar la basura a deshora.
Muse, Blackout
Saturday, March 08, 2008
Otro curioso cumpleaños antes del tuyo
Triángulos: cambiar de pintor favorito es como cambiar de

Y, me parece, el momento álgido llegó un par de días más tarde. Me gustó tanto aquel texto que lo incorporé de inmediato a mi exblog, aquel de la económica melancolía. Sinceramente creo que tiene un hueco aquí, entre notrosotros, dos años después. Felicidades:
Es gracioso si se piensa: cumplimentamos las desgastadas sendas del ir queriéndose con sorprendentes facilidad e impudicia, nos dejamos llevar por los convencionalismos ignorando a sabiendas que todo en el amor está recubierto de trilladas frases vacuas: nos las repetimos constantemente como aferrando nuestra relación a esas demostraciones difusas y oxidadas de cariño y comprensión. Pecamos: cometimos el error de pensar que era cierto, que nosotros no somos como los demás: creímos que nadie antes se había encontrado en Tannhäuser, en Las Soledades, donde habita el olvido, en el palacio de la luna, en Sildavia o en Blade Runner y, cruel fragilidad, que después nadie nunca podría si, al final, se demostraba (nosotros nos negamos a creerlo, recuerda) que fuera a existir un después sin que tú justificaras mi existencia. Era tan fácil imprimir un soneto de Ángel González, envolverlo en una servilleta del Danny's Jazz Club y regalártelo aprovechando que habíamos puesto La Chispa Adecuada y que sospechábamos ser inmortales. También ayudaba el vino cuando dejábamos irse la noche entre risas de manta escocesa y películas de Billy Wilder, las lonchas de salmón ahumado y besarnos las rodillas, creer que al bajar a por el pan Oviedo sería Manhattan. La vida era volver del trabajo cansado y encontrar fuerzas o ganas para verte sin necesidad de cafés por el medio, convencido de que la originalidad era alimento necesario y suficiente, que los que necesitan algo humeante en las manos para poder empezar a contarse el día están locos o son idiotas o no se quieren o ignoran lo que es pasarse la noche en vela repasando las inútiles frases inconexas

pe(r)dí que volvieras; como si fueran a servir ya de algo las dije y luego, abrazado a la almohada cayendo en una última inercia inevitable: tu olor, quería cambiarlas y volver el tiempo atrás y corregir defectos y mejorar tonos y mantener composturas porque, supe, a veces una lágrima se interpone entre lo que deseas y lo que eres. Otras veces, suena el despertador y es tu mano dormida la que lo apaga.
Pero a ti, linda Sandra, te felicitaremos mañana.
Thursday, March 06, 2008
While my guitar gently sheeps
Como no he abandonado el recinto -muslos del sol, recintos del verano-, para mí sigue siendo noche lo que para ti es un amanecer en casa ajena, y aunque te propusiera un desayuno en El perro verde con tostadas y zumo de pomelo, la cita se habría terminado ya en el momento en el que esquivaste mi último beso (¿habrá sido último, ese beso?) y me preguntaste si podías usar el lavabo, lo otro sería un desayuno con desconocido y tostadas en el que los restos de la noche se irían diluyendo como azucarillo en un termo de café. Pero nunca sé dónde detenerme y te propondré lo del perro verde en cuanto vuelvas a la habitación, aunque la penumbra me deje ver en tus ojos que ya solo piensas en salir de aquí, coger un taxi y llegar a tu casa en las afueras, en ir borrando la cara y los chistes y los flirteos de este desconocido que lo seguirá siendo mañana y tal vez lo vaya a ser siempre. Follar es un juego y yo no estoy preparado aún para ser solo lúdico, quiero verle trascendencia y ánima y consecuencias ontológicas a cada beso, a cada blando mordisco en la zona donde la nuca se confunde con el cuello. Me cuesta discernir entre la farra y la esencia, definitivamente no sé distinguir entre besos y raíces. Oigo ya el agua gotear en la loza y refrescar tu rostro sin afeites que tanto me cautivó anoche y que estuve ponderándote y lamiéndote hasta hace un maldito minuto.
Entonces, sin escuchar aún la puerta del baño, reparo en uno de tus guantes de polipiel azul pálido que reposa sobre mi silla de ordenador, desparejado. Como el otro no está a la vista pienso en la unicidad de los pares, en la soledad del abandono, en lo inservible de los objetos sin complemento y en el fetichismo preponderante. Fue lo primero que me atrajo de ti o lo primero que de ti vi: un guante de polipiel azul pálido fumando un cigarrillo en la puerta del Arde París. No hacía demasiado frío, no tanto como para justificar esos guantes que ya me hablaban de ti y me instaban a vencer mi proverbial timidez y a asaltarte. Me gustaría, ahora que ya sí estás en el pasillo y yo me he puesto una camiseta, que a mi habitación volviera la chica del guante de polipiel y el cigarrillo humeante, a la que le gustó o hizo gracia el fingido tartamudo lleno de ademanes que era yo anoche, con sus referencias de cineclub y sus adjetivos grandilocuentes. Necesito que vuelva la mujer que admitía con deportividad mis excesivos piropos, la que respondía a mis besos con cierta voracidad y se dejaba mecer por las caricias a veces. Sobre todo para no sentirme como un guante de polipiel azul pálido sobre una silla de ordenador en mi cuarto de adán. Es entonces cuando abres la puerta y sonríes.
Wednesday, March 05, 2008
And indeed there was blood
si en primera persona o en segunda, usando
la tercera del plural o inventando continuamente
normas que no servirán de nada.
Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna,
o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así:
tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo
delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros.
Qué diablos.
(J. Cortázar, Las babas del diablo)

