Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Wednesday, July 02, 2008

Efemerízame V: once años sin James



Para M, que me dio la pista (sirva como aliento opositor)








Tuve una época, pasados los veinte, en la que todos los años, por carnaval, me disfrazaba de James Stewart, que era mi actor favorito en aquel entonces. Aunque, en realidad, de lo que me disfrazaba era de alguno de los personajes que interpretó en la gran pantalla. Empecé en 1998, algo después de su muerte, casi como en broma pero, al poco, aquello terminó convirtiéndose en un rito, en una tradición que requería mucho esfuerzo, toneladas de valentía y miles de huevos cuyas claras ingería, a razón de tres docenas diarias, ya desde principios de enero para agudizar mi habitual voz de barítono trasnochado y asimilar así mi voz a la del viejo Jimmy o, en realidad, a la del tipo que lo dobla en las versiones españolas, el actor Fernando Ulloa.





Recuerdo con especial agrado el año en el que escogí ser L.B. Jeffries, el fotógrafo en silla de ruedas al que Stewart da vida en La ventana indiscreta: en lugar de fabricarme una escayola falsa con papel higiénico y cartón, lo cual hubiera supuesto vulnerar el espíritu del disfraz, me lancé desde la ventana del primer piso de mi casa un par de veces hasta que conseguí fracturarme la pierna derecha por cuatro sitios, no sin antes birlar una silla de ruedas en la recepción de urgencias del hospital de Cabueñes y alquilar una Grace Kelly de plástico en el sexshop del barrio. Por traer otro ejemplo querido, para los personajes de El hombre que mató a Liberty Valance o La conquista del Oeste, me apunté a clases de tiro y le compré un rifle winchester a un búlgaro babeante en el mercado negro de internet. Fue una etapa genial en la que me movía un poco a contracorriente: mientras todo el mundo esperaba con anhelo la llegada del verano, yo solo tenía ojos para el carnaval: de entonces me viene mi afición al invierno, a las castañas y al travestismo en general.







Me molestaba un poco que la gente que me encontraba pensara que mi disfraz era de vaquero, de payaso o de detective privado, pero aún así yo nunca les sacaba del error: me divertía y me emocionaba ser el único que conocía la verdad, que yo iba de homenaje póstumo a James Stewart. Lo malo fue que en 2001, cuando me puse a preparar el personaje de Connor, el periodista enamoradizo de Historias de Filadelfia, me metí tanto en el personaje que acabé trabajando a media jornada en una revista de cotilleos y dedico el resto del día a intentar convertirme en un novelista de éxito, así que no tengo demasiado tiempo para disfraces. Aún así, hay noches en las que me despierto de madrugada y sé que he soñado con el viejo James. Y todos los años, por carnaval, hago una maratón casera de palomitas y sus mejores pelis. Hoy se cumplen once años de su muerte y quería dedicarle estas líneas.




2 comments:

Anonymous said...

Bien, bro al fin parece que tu mente estaba en espera hasta que fueramos campeones, wasn't it?

¿Crees que podrías reencarnarte en un fantasma de biblioteca? quizás así algún día te encontrarías a esas mujeres rebuscando entre tus libros!!.

Algo así como 'sí, de P.L.S. por favor, se lo han mandado leer en el colegio... gracias muy amable'

Este viernes no me lo pierdo lo prometo

La reina de la miel said...

Fantástico, como siempre. El lingotazo dominguero será a tu salud. Y publica, coño.