Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Tuesday, February 26, 2008

Ka like a wind... If you love me, then love me

Aunque hay infinitos mundos en prosa yo apenas entiendo unos cuantos. Eso me digo a menudo estas semanas, mientras las flores de san valentín amarillean en su improvisado jarrón plástico de dos litros sin cafeína. Pese a que al principio fue agua del grifo, el fondo del jarrón se ha ido enturbiando, -por culpa de las hojas caídas, los restos de áridos y las células muertas-, y ahora es imposible distinguir a su través qué pueda haber al otro lado de la mesa. Del mismo modo, los últimos días del invierno están actuando sobre la realidad, enturbiándola, dejando en su atmósfera un poso cuya opacidad me recuerda un poco a la de mis dos últimas novias: persistente y en extremo oscurecedora. He regado incluso los rayos del sol para fabricar tormentas ficticias de las que broten arcoiris que den por inaugurada la primavera, pero nada: todo sigue estancado y febr(er)il.



En ese estado de lamentable bonhomía climática y agria lucidez sentimental, vuelven a mí las manías del pasado (me gusta anclarme en mis desdichas y navegar por sus aguas estancadas), las lecturas de la primera adolescencia, las citas del entonces. Hay una frase muy querida que memoricé de una novela de A. Christie -Pleamares de la vida, su título- pero que era del acto cuarto de Julio César (la cito tal y como la recuerdo, es una de esas shakesperíadas, tan difíciles de volcar en castellano que aún no he dado con dos traducciones iguales): "Hay una marea en la vida de los hombres, cuya pleamar puede conducirlos a la fortuna. Mas si se descuida el viaje entero, abocado está a perderse entre bajíos y arrecifes. En pleno océano flotando hallamos: precisa aprovechar la corriente mientras fluye o conformarse a ver nuestra empresa fracasar" La frase la pone Shakespeare en boca de Bruto, al comienzo de la escena tercera en la que el parricida intenta convencer a Casio de que atacar es la mejor opción, de que es necesario tomar la iniciativa, decidirse, arriesgar en vez de conformarse a ver cómo se diluyen sus esperanzas y se alejan con la marea. La frase, toda una declaración de intenciones, un auténtico modus vivendi diríase, me acompañó largos años, escrita y reproducida en carpetas y libros. Y no ha sido hasta hace pocas fechas que abandoné mi tediosa timidez de autonauta y me decidí a subirme a la cresta de la ola, parricida de mi cosidad.



Así, en plena vorágine de proyectos inaugurales, la noticia de que han aparecido en México unas cajas, con más de tres mil negativos de las fotos que Robert Capa tomó durante nuestra guerra civil, me ha devuelto a mi vieja intención de novelizar su historia (aunque más bien la historia que siempre quise novelizar fue la de su novia de entonces y también fotógrafo, la insólita Gerda Taro, o quizá Gerta) Releer mi fulgurante y gaseoso comienzo (vid. yo mismo, en este blog mismamente, allá por marzo) y con él inaugurar nuevo blog (vid. blog anexo, otro mundo en prosa), me ha llenado de nuevas ideas, espero poder plasmar alguna que otra. A ver cuánto me dura, en fin.

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