Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Sunday, August 12, 2007






Y la llamamos Sarays antes de ver la plaquita con su nombre en la pechera del chaleco verde, Sara, porque recogía los manteles con un algo de pesadumbre en la mirada (o quizá es que Albert y yo estamos enfermos y queremos verle pesadumbre y tormenta a cualquier chica que nos guste, para así poder enamorarnos perdida y platónicamente de ella) Tiene los ojos tristes, sad eyes, como la canción de Bruce y creo que los ojos tristes nunca mienten: Sad eyes' Sarah, Sarays. Aunque Albert no pudo detenerse en Bruce y se sacó a Bob de la chistera: Sara, Sara, So easy to look at, so hard to define.






Trabaja en una trattoria en Piazza della Signoria y desde la terraza del local podemos ver la reproducción del Miguel Ángel, justo delante del palazzo Vecchio -a un puñado de metros de donde quemaron a Savonarola por creer que podía enfrentarse al papa y a los Médicis y salir indemne- y un poco más allá la primera esquina de la galería Uffizi, donde mañana será la primavera y nacerá Venus: pero eso será mañana y mientras la noche dure y duren los ojos de Sara (semiacuosos, distantes, ensoñados) es preferible creer que la belleza móvil es mucho menos ingrata que una pincelada magistral, que nunca habrá leonardos capaces de captar ese momento inigualable en el que se aparta, entre tímida y nerviosa, el flequillo de los ojos y se lo coloca detrás de las orejas en un gesto que acaba por licuarnos. Estudiamos sus movimientos con obsesión opositora (se maneja mal con la máquina para apuntar los pedidos, no debe llevar mucho en el negocio, será un trabajo veraniego para poder pagarse la universidad, cursa una licenciatura en arte, claro), decidimos que comparte piso con una chica griega y un polaco adicto a John Coltrane y al peperoni.






Mientras apuramos la primera cerveza esperando por la cena, la noche culmina su banda sonora al otro lado de la plaza: se ha levantado un viento suave que dispersa el calor y arrastra hasta nosotros notas sueltas de lo que parece un concierto; al cabo Andrés localiza el santo y seña y se pone a cantar Bridge over troubled water (When you’re weary, feeling small, When tears are in your eyes, I will dry them all; I’m on your side. When times get rough. And friends just can’t be found, Like a bridge over troubled water. I will lay me down) seguido de cerca por Albert; yo, que no estoy muy versado en Simon&Garfunkel, les acompañado tarareando: no quiero quedarme atrás ahora que Sara ha surgido de la nada y , mientras nos reparte la cena, canta por sobre el viento y las guitarras: Sail on silver girl, sail on by. Your time has come to shine, All your dreams are on their way. See how they shine, oh and when you need a friend, I'm sailing right behind: Like a bridge over troubled water, I will ease your mind






Imposible no enamorarse de Sad eyes' Sara, pienso mientras atravieso otra vez, como anoche, Piazza della Signoria, ahora que el día siguiente ya es hoy y Florencia toca a su fin. Botticelli, por la mañana, ha estado soberbio y después de comer mi cuerpo no lo resiste más y necesita un descanso. Mis cafres salen en coche y me llaman a la media hora: notición, han conseguido entradas para Rigoletto, es en los jardines del palazzo Pitti: ven volando, me dicen. Salgo con lo puesto y sin planos: tres días en Florencia y ya domino las distancias pero, al pasar por delante del Duomo, decido caminar hacia la Signoria, en lugar de ir directamente hasta el Ponte Vecchio, y ver si Sara ha entrado ya a trabajar. Y si ella no hubiera estado allí (pero eran las ocho y pronto empezaría a llegar la gente a cenar) quizá, como Horacio, habría envilecido mi fracaso llamándolo rodeo; pero estaba y ésa es la última imagen que me llevo de ella: de perfil, doblando manteles de papel, sonriendo tristemente. Y pienso en otra sonrisa triste, la que nos regaló anoche, cuando al despedirnos le dimos la hoja de papel escrita y firmada. El viento suave había devenido en huracán y el jefe apremiaba a las camareras para cerrar la terraza: encogiendo los hombros, casi llorosa, se disculpó por no poder ofrecernos postres o cafés: la cocina está cerrada, nos dijo en tímido inglés.






Al final, Albert le entregó la hoja de libreta arrancada con nuestros nombres al pie y el poema de Cummings en ella. Un pequeño regalo para ti, le dijo mientras le devolvía el boli. Nos fuimos sin mirar atrás y su risa triste se fue perdiendo en el tiempo, al igual que las voces de su jefe: Sara, rápido, recoge esas mesas. Y lo escribo porque no quiero que el viento lo siga devorando. Y Albert lo escribirá porque dejamos un trocito de corazón en aquella plaza, de su puño y letra:






somewhere i have never travelled, gladly beyond



any experience, your eyes have their silence:



in your most frail gesture are things which enclose me,



or which i cannot touch because they are too near






your slightest look easily will unclose me



though i have closed myself as fingers,



you open always petal by petal myself as Spring opens



(touching skilfully, mysteriously) her first rose






Así que supongo que fuí el último de nosotros que la vio, aunque eso no me haga sentirme especial. Ella lo era, Sad eyes' Sara, la chica de la Signoria y su banda sonora homónima.






Sleepin' in the woods by a fire in the night,



Drinkin' white rum in a Portugal bar,



Them playin' leap



frog and hearin' about Snow White,



You in the market



place in Savanna-la-Mar.



Sara, Sara,



It's all so clear, I could never forget,



Sara, Sara.



Lovin' you is the one thing I'll never regret.

2 comments:

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

Me temo que el viaje a Italia ha obrado el efecto que esperábamos en nuestros marchitados dedos.

Glorioso blog, bro, recuerdo cómo se nos iluminaron las pupilas al encontrar alguien merecedor de tales líneas.

Ojalá volvamos a verla, pero qué importa.
A veces creo que todo el arte de Florencia estaba en ese trozo de menú de papel. Además, los Uffici estaban cerrados ya.

Son muchas las canciones, Bruce, Bob...
Le sienta muy bien Sad-eyed lady of the lowlands.

Dios mío, bro...tenía que estar enamorada....

Anonymous said...

....yo quiero volver a Florencia...
:-(