Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Monday, August 13, 2007






Pero entonces Velázquez seis se mudó a Lisboa, con toda la repercusión geográfica que aportaba semejante movimiento translatorio. Aunque Lisboa, Avenida de estaba a un par de cuadras de distancia del recinto velazquiano y la mudanza bien podía ir haciéndose a pie (hoy un libro, mañana un cepillo de dientes, al otro el diafragma) El portal era enorme y tenía visos futuristas: íbamos detrás del dueño escuchando cómo ponderaba los amplios ventanales: se refería a los chorros de luz casi con arrobo, como si fuera él mismo su fuente, su procurador, su origen. Lo único que no admitimos, nos dijo, son animales domésticos. En seguida pensé en Berli y luego en Peabody: ambos pertenecían a un pasado doméstico de ratonera sin luz ni ventilación: ahora se abría un nuevo período sin pelusas, pulgas o relatos vagos; comenzaba una nueva vida lisboeta un tanto fracturada y un poco estrecha (menos metros cuadrados, más desembolso: el precio de la soledad)






Si, niños y niñas, Velázquez seis se desintegra y se fracciona en dos mitades bien avenidas: pasamos de vivir en horizontal a vivir en vertical, uno sobre otro con techo en medio y Albert encima por aquello de sus ansias controladoras y sus ínfulas de dominación. El futuro ya está aquí y llega en forma de habitación coqueta, cocina breve, sofá desplegable y cama matrimonial con armario especular: escueto, diligente y directo al tema. Un cuarto y un quinto, con comunidad y garaje incluidos en el módico precio, siñor. Se avecinan semanas de cajas de cartón, maletas atiborradas y recuerdos compartidos: aquí Berli hizo su primer popó, estos fueron los calzoncillos que llevaba cuando conocí a Paul Auster, ahí arriba pueden ver el cerco que dejó la masilla cuelgapósters formando un rectángulo perfecto que antaño fuera un Kandinsky. Y los olores de las pizza Avilés y las imprecaciones después de fallar un gol cantado y las resacas con Woody y las conversaciones telefónicas con Rosalía de Castro al décimo D y las tardenoches de sábado con carrusel y ron barceló. Recuerda, cuerpo, cuando fuimos felices.






La casa en la que no podíamos ver llover. Nos mudamos a un mundo de isobaras y montesdeoca, nos mundamos, nos mundanizamos por ver llover y una gotita de calefacción en invierno y un techito de nada para vesper y yaritos. Nos vamos, en fin, pero lo suficientemente cerca como para que, a partir de ahora, vuestra casa sean dos casas: doble oferta, doble placer. Eso sí, el amor no cambia: lo mismo os vamos a querer.






P

3 comments:

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

Rememoramos hace apenas unas horas el futuro tercer aniversario de nuestra llegada al hogar.
Naturalmente, la nostalgia nos invade aunque poco necesitamos para volvernos acuosos; no esperamos a ver caer las primeras hojas para volvernos otoñales.

Pardiez, bro, cuán crepusculares somos...

Esas cortinas eran mías

Cayetana Altovoltaje said...

Hey, he vuelto de galicia y me hace falta gente como vos que sepa aconsejar cómo superar los divorcios.
Ni pato es capaz de sacarme de la morriña.

Anonymous said...

La casa en la que no podíamos ver llover.

Espectacular frase, me quedo con ella, joder, leída así, parece algo muy grande, una novela, una película, me encanta.

La foto también, la última. Claro.
(mira, no me he reído) Es todo un logro,tío.

Hellye