Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Saturday, June 07, 2008

Por un cuenco de sopa

A Sara, que se divirtió escuchándome


La idea me la dio un tipo al que conocí en el foro-gijón de amigos de Charles Dickens, hará unos cuatro meses. Se hacía llamar Pequeño_Timmy y enseguida congeniamos: nos pasábamos las noches de invierno, al abrigo del ordenador, hablando sobre tal o cual escena de David Copperfield o sobre la intervención de la culpabilidad como personaje en Tiempos difíciles. Según él, uno no se convertía en un auténtico dickensiano hasta que realizaba un viaje, entre iniciático y ritual, al Londres de sus novelas, hasta que palpaba en sus huesos el frío húmedo de la niebla británica. Seducido por la posibilidad de misteriosos carruajes despendolados atravesando el pavimento desigual de estrechas calles mal iluminadas, metí un par de camisetas y una muda en la mochila y cogí el primer vuelo barato que me llevara desde Ranón hasta Stanstead.

Sorprendido, comprobé que dos siglos de evolución y cambio climático habían hecho de Londres una ciudad soleada, sin pavés, sin carruajes y sin niebla en la que brillaban por su ausencia la buena educación y los sombreros de copa. Sobre la marcha, tracé un plan de choque para impedir que mi viaje iniciático se fuera por el sumidero. Como no tenía donde dormir, pasé los quince días siguientes vagando por las calles, sin lavarme, sin comer apenas, intentando convertirme en un mendigo londinense más. Cuando mi aspecto era ya lo suficientemente malo, fui hasta Old Street y me aposté ante la entrada de uno de tantos edificios de negocios. Mi idea era localizar a un empresario de aspecto tiránico, despótico, avaro y despiadado y suplicarle una limosna. Él, claro, me la negaría con desdén, humillándome, tachándome de vago, de maleante, de parásito, escupiéndome incluso, como Mr Scrooge en Cuento de Navidad, y con esa inyección de desprecio humano podría yo recuperar algo del espíritu dickensiano de esta ciudad, que parece muerto desde hace cien años.

Atardecía cuando creí encontrar, al fin, a la víctima apropiada. Tenía unos cincuenta, era delgado, alto, pelo canoso engominado, bigote. Parecía altivo y austero y nada magnánimo, así que le perseguí calle abajo hasta la estación de metro, contándole una truculenta historia ficticia llena de divorcios, accidentes trágicos, desastres naturales y depresiones varias. Sin embargo, mi escrutinio a primera vista resultó ser una porquería, ya que el tipo resultó ser un bendito, se conmovió al oír mi historia y me llevó a su casa. Me presentó a su mujer, Mildred, y entre los dos me preocuraron ropa limpia, un cuenco de sopa y un catre donde dormir. A la mañana siguiente no dejaron que me fuera, me obligaron a quedarme unos días alegando que estaba muy débil, que tenía que recuperar fuerzas. Incluso, pasada una semana, me llevaron a conocer a Silvy, su única hija, una exitosa abogada que vivía en un loft en el Soho. Cada vez se me hacía más difícil salir de allí, para ellos era como una especie de hijo pródigo y me atendían a cuerpo de rey. Ahora llevo más de dos meses aquí metido y no sé bien qué contarle a mi mujer, en Gijón, cuando la llame para decirle que todavía no voy a poder volver y que me han prometido en matrimonio a Silvy. De Dickens ni me acuerdo, claro.






(Este texto quizá sea la efemérides del próximo lunes, 9 de junio, 138 aniversario de la muerte de Dickens)

3 comments:

La reina de la miel said...

Ostras, el bueno de Charles palmó el mismo día que yo nací? Es una señal, seguro. Ni idea de qué, pero una señal fijo.

Anonymous said...

La idea del viaje iniciático está genial, pero para encontrar ese espíritu dickensiano en la actualidad hubiera sido más apropiado trasladarse a Moscú, por lo menos... ahora, eso sí, no hubiera sido tan divertido ni de lejos. Solo tú podías tener la mala suerte de encontrar un lord al que no le revolviese las tripas la idea de tener un yerno latino. Debe ser una cuestión de endogamia isleña y eugenesia...

PD:Lo de "la muda" me encanta. S

Anonymous said...

jaja, tenía que ser Mildred, bien por ti, bro.