Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Friday, June 13, 2008

Efemerízame IV: Cambio Cousteau por vaquero fortachón

Del 11 de Junio de 2008


Tenía trece años cuando una marea inoportuna quiso tragárseme una oscura mañana de junio en la playa san lorenzo. En el último momento, con los pulmones encharcados ya y las fuerzas ausentes, apareció de la nada una zodiac enorme y gris, y un vigilante me privó del dudoso placer de morir ahogado. Desde aquel día no he vuelto a meter un pie en el mar y odio profundamente el olor a salitre, las gaviotas, la merluza del pincho y la gente en bañador, lo cual es paradójico si se piensa que, desde que tengo uso de razón, siempre he querido convertirme en Jacques Cousteau, el fantástico explorador marino francés. Ni recuerdo la cantidad de veces que me habré colado en el baño de mis padres y, llenando la bañera de agua con sal, me he sumergido con mis tiburones de plástico y mis geyperman buceadores, imaginando que viajaba a bordo del Calypso en alguna expedición al mar de los sargazos. Luego, con los ojos irritados y la piel arrugada, me iba la cama a soñar con monstruos marinos, con sirenas de inevitable canto y con veinte mil leguas de viaje subneuronal. Por eso, cuando me llegó la hora de la universidad, y desoyendo mis traumas playeros y mis necesidades literarias, me empeñé en ser biólogo.


Pero para llegar a biólogo y convertirme en Cousteau, tenía que volver al mar, así que consulté con un expecialista, a ver si podía ayudarme con mi miedo patológico hacia todo lo oceánico, y este me aconsejó que la mejor manera de vencer ese terror era coger el toro por los cuernos, olvidarme de las arritmias, los sudores fríos y las visiones borrosas, coger un flotador y tirarme al agua. Muy animado, salí de la clínica y me fui a una tienda de especialistas en buceo y allí me compré un equipo con todo, desde manguitos hasta bombona de oxígeno, pasando por un bote de remos hinchable y una cámara acuática nikon. Pero, a la hora de la inmersión, fui incapaz de meterme dentro. El mar cantábrico parecía infinitamente denso, oscuro, peligroso, abismal; sus aguas frías, despiadas, traicioneras. Paralizado por el miedo, le pedí al patrón que pusiera la proa al puerto deportivo y que me devolviera a tierra firme cuanto antes. Al llegar a casa tiré a la basura todos los enseres que había comprado, excepto las gafas de bucear: al tocarlas me daban una sensación inexplicable de tranquilidad, de calma, de sosiego; quizá era por la goma naranja que las rodeaba, o por la cinta elástica, o por los cristales tintados. Adoraba tocar aquellas gafas, así que me acostumbré a salir de casa llevándolas siempre en el abrigo, al alcance de la mano, pues el frío tacto del cristal aliviaba de un modo inmediato mis neuras, ayudándome a respirar. A veces, incluso, me las ponía para dormir, por si el sueño me llevaba a la fosa de las marianas o al atolón de las bikini. Hasta que un día, haciendo limpieza general, mi madre se deshizo de ellas pensando que eran parte de algún viejo disfraz incompleto.




Desde entonces han pasado seis meses y me encuentro fatal. Aunque he comprado un montón de pares de gafas para bucear del mismo estilo que aquellas, ninguna funciona igual. Y tampoco me atrevo a dormir, por si el mar me aborda en sueños y me hace cosas malas. Sin embargo, hoy he visto algo en internet que puede funcionar. Al parecer, este once de junio no solo es famoso por ser el cumpleaños de Cousteau: hoy hace 29 años de la muerte de John Wayne. Así que he pensado que quizá lo mejor sería cambiar de ídolo. A partir de ahora ya no intentaré convertirme en un experto submarinista con nariz aguileña y acento francés: voy a ser un vaquero duro, aguardentoso y medio irlandés. Ya lo tengo todo pensado: iré al mercadillo del fontán, me compraré un sombrero de ala ancha, un chaleco con muchos bolsillos y un revólver de pega, y me apuntaré a clases de equitación. No es que eche de menos dormir, pero ahora que llega el veranito me apetecía volver a darme un chapuzón en san lorenzo, la verdad.






Hoy, viernes y trece, se producirá mi estresante y esperado debut en la radio local. Yahooo! Aún no conozco la hora exacta pero se calcula que será en algún momento entre las diez y las once de la noche. Si no salgo vivo de todo esto me apetece decirte una cosa, lector: te quiero.

2 comments:

Anonymous said...

ay dios ay dios, quedan apenas tres horas y pico para el deburrrp!!! ¿qué le dice el número 3 al 30? para ser como yo tienes que ser sincero. Ay así no, ¿qué le dice el 30 al 3? no eres nada sincero, jeje ves, bro? por cosas como estas debutas hoy, adelante campeón!!!!

Anonymous said...
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