Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Saturday, November 03, 2007

Mi tercera colaboración en Aljor -fotos y cuentos- me esperaba sobre la mesa. Esta vez, la foto escogida quería ser una vista de Madrid desde un avión aproximante pero para mí era una visión vagamente hubbleliana de la constelación de Andrómeda. ¿Sería capaz de enfrentar, al fin, mi primer relato de ciencia ficción? Consultando mis notas, rescaté una vieja idea para una novela espacial y la fui amoldando a tamaño blog. Subí la foto, preparé el tríptico habitual, me hice unas palomitas y me puse manos a la obra, colando de fondo la fascinante interpretación llevada a cabo por Glenn Gould de las variaciones Goldberg de Bach. El relato-blog de tres cuerpos se iba a llamar Los de atrás y contaba la historia de un tipo obsesionado con el concierto para violín y orquesta op. 35 de Tchaikovsky, que se enrrola en un proyecto de la NASA para fingir experimentalmente la colonización de un planeta, el XJ14. Educado en la ciencia ficción por Isaac Asimov, la idea -en teoría- me habría de permitir desarrollar una de los frustrantes miedos que me atenazan por las noches y me dificultan el sueño: no viviré para ver el futuro (no, al menos, el que yo quisiera vivir: uno en el que el viaje intergaláctico tripulado sea posible y verosímil decir que estás en PuertoMarte sin Hilda)





Y es que el futuro no es como me lo han contado: los coches siguen caminando pegaditos al suelo , no hay vida orgánica alejada del carbono y representada por seres verdeamarillentos con brazos pseudopódicos y bocas varias, y el colonialismo planetario parece hoy más que nunca técnicamente imposible. Defraudados por la realidad, lo escritores de CF se ven condenados a uno de dos mundos posibles: o mutan o desaparecen. Yo, intentaría presentar un relato mutante de impagable deuda orwelliana, repleto de engaños, vaporizadores y 1714 cámaras de televisión ocultas. El prólogo histórico iba a ser lógicamente breve y carente de tecnicismos y explicaciones atómicas: inesperada debilidad solar, sucesivas edades de hielo, necesidad urgente de mudanza. Desde ahí, una estafa granhermano: pruebas de selección, cincuenta elegidos, duro entrenamiento. Para el viaje, dos años de hibernación que, en la práctica, serían cuatro horas de plácido viaje hasta los estudios de la Dreamworks en New Hampshire.


Incluso tenía preparado el primer párrafo del libro: "Ahora quiero creer -pero es mentira- que, cuando salimos del pabellón central para verlos despegar (y se oyeron risas y voces, ruidos de besos lanzados al aire y algún volvedpronto), ya noté alguna mirada de reojo y de complicidad entre los que se iban quedando rezagados, remoloneando, y que fueron los primeros en volver a la ciudad -aunque aquello no era una ciudad- y a los que solemos llamar Los de atrás. Pero eso sería luego, luego habría motivos para desconfiar, para el recelo, para creer que. En aquel momento de excitación y nostalgia y nervios, la mayoría solo acertamos a quedarnos embobados, con la mirada fija en la popa de la nave que pronto fue humo gris negruzo y, al cabo, un puntito en el cielo y finalmente nada (y los más decididos o fanfarrones -empezábamos a conocernos y entre nosotros se había establecido una especie de pavoneo flirteante un tanto alocado- juraban que aún podían ver la estela de la Queen Silvie por entre la silueta de las dos lunas contrapuestas de XJ14) Al regresar al pabellón central me fijé en el cartel de bienvenida que habían colocado justo en el lugar donde empezaba la señalización amarilla y la calle mayor se convertía en pista de despegue: Bienvenidos a Twintown, Asimovland. Lo rocé al pasar con un dedo y me pareció latón o algún material similar: como todo en aquel planeta era básicamente terrestre, acondicionamiento, al parecer, necesario para que no nos sintiéramos abandonados del todo: los campos olían a trigo pero no había trigales, el aire sabía a salitre sin mar, las afueras apestaban a caucho sin fábrica de neumáticos: unos aspersores olorosos que soltaban breves ráfagas incoloras de gas salitre -o caucho, o trigo, o atasco en hora punta, o alquitrán, o ferrocarril- situados estratégicamente, mantenían a raya nuestras melancolías olfativas. Seguí tocando todo lo que encontraba a mi paso -un árbol, una formación rocosa con musgos, un enorme ciervo de peluche (al que los tipos del doce C llamaban animadamente Blandy) digno representante de la fauna local"


Y releyéndolo produce cierto alivio saber que nunca será escrito.

1 comment:

Anonymous said...

bien bien , hallelujah!!!!

La editorial ALJOR, le agradecería enviara el nombre de su dirección electrónica a aljorista@hotmail.com, a fin de que le proporcionemos las fotografías semanales, gracias.