Dubrovnik o la ciudad de los desastres (stage II)
Hay una fotografía de la calle principal de viejo Dubrovnik, después de un bombardeo, del seis de diciembre de 1991, que pone los pelos de punta. La foto esta tomada desde la puerta de Pile, principal acceso a la fortaleza que guarda la ciudad (pienso en qué andaría yo haciendo por el mundo aquel seis de diciembre, cursaba octavo de EGB, al verano siguiente el Barcelona ganaría su primera copa de europa y yo vería en directo a los Dire Straits: debía de estar en clase, supongo, de religión o de historia, mientras la historia tenía lugar a un puñado de kilómetros de allí) La calle está llena de cascotes y de una tienda cercana surge una lengua de fuego. Hoy es la típica avenida de un puerto turístico, plagada de tiendas de abalorios y camisetas -me llevo una divina de Le petit prince que ya tendremos tiempo de paladear- y pendientes de plata trufados de arabescos y filigranas (originales de Dubrovnik, las filigranas plateadas, nos dice una guapa dependienta local en vago italiano) Nada queda a la vista de los horrores de la guerra en esta ciudad maltratada por la historia y, sin embargo, hay algo en la mirada huidiza de Maika, la guía escuchimizada, algo en el fondo de sus ojos, repleto de precaución, o cautela o presagio de catástrofe, que hiela la sangre.
Adoro las historias de guerra, aunque tal vez no haya transcurrido tiempo suficiente para que la huella hollywoodiense haya podido convertir en adorable los relatos de esta guerra fraticida. Pienso en otros conflictos, en otras historias: cuenta mi padre que, siendo el
Empiezo a pensar que, más que una travesia por el Adriatico, este crucero es un viaje en el tiempo antropológico. Del prodigio renacenista italiano que es Venecia hemos pasado a una ciudad embutida en las montañas, a orilla del mar, puramente medieval y, ahora, seguimos travesia hacia el Pireo, cuna de la civilización occidental, en un periodo prejesucrístico, para concluir en eurasia, uno de los nucleos de ebullicóon civilizativocultural pregrecolatino. Esta marcha atras antropológica sucede en un barco birrioso y lleno de contratiempos, pero de la noche de la chica ye-ye y el metre impertinente tal vez hablemos otro dia.
3 comments:
¿Un crucero? Qué poca vergüenza, desde luego, ¡qué poca vergüenza!
Aquí en Santander imaginándote en el Egeo con hermosas vestales.
Pásalo bien, bro
Vuelve pronto
Que no actualices significa que la semana esta yendo mejor de lo que esperabas... disfruta!
Bss, S.
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