Venecia o el placer de citar (stage I)
Pero aquí, a diferencia de lo que sucede en otras catedrales, las palomas se desperezan del plomo y bajan a jugar a piazza S Marcos, son protagonistas del flash, del gatillo fácil de los turistas, por una vez no defenestradas ni odiadas, ejemplarmente antigárgolas y ni siquiera las inundaciones las arredran: allí siguen, saltando entre los charcos de la última crecida. Solo algún catastrófico deshielo las desalojará de su plaza algún día, cuando el agua reine de nuevo sobre los ocho islotes y devuelva a la ciudad sin coches a las profundidades de la laguna. Ya algún campanario se inclina sobre las casas diminutas al deslizarse por entre los troncos sobre los que se cimenta Venecia: la ciudad se hunde, en fin, y la gente sigue haciendo fotografías.
Sabina tenía razón: de nada sirven Paris con aguaceros o Venecia, sin ti. De nada César Vallejo o Charles Aznavour. Los carnavales son muecas tristes sobre yeso pálido, las esquinas donde brotan los canales son meros vestigios de una suntuosidad con l
De vuelta al barco nos sorprende un simulacro oblitatorio de hundimiento. Le comento a una de las chicas de la tripulación si uno podría escoger no salvarse, si prefiero hundirme con el barco, ¿no puedo? Se rie levemente y me corrige la posicion de las cintas del chaleco. Me despacha y se aleja por cubierta. Cuando me quiero dar cuenta el canal de Giudeca es una mancha en el horizonte. Así que esto es alta mar, pienso. Ojalá se puedan ver tiburones o bancos de caballa. Estropea mis reflexiones nacionalgeográficas un ruido ensordecedor: en la cubierta siete ha estallado una fiesta de recepción y veo pasar varias filas de octogenarios bailando la conga. Yupi!, pienso, va a ser la semana mas larga de mi vida.
2 comments:
Ahora llega la mejor parte, Margaret se refresca la borrachera a la orilla de la piscina y aparece un australiano.
Al hindú obeso no le gustan los occidentales...
Fotos, ¿dónde están las fotos? ¿Y dónde has dejado a Berli?
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