Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Saturday, March 17, 2007

Peter Punk y el síndrome de SuperCoco


Todo surge de mi necesidad de explicarlo todo cuando intento ser gracioso y "nadie se me ríe": me atropello en atolondradas aclaraciones, repletas de braceos y tics faciales y a la vez que estropeo el chiste (por redundancia) doy la sensación de ser un auténtico gilipollas. Es lo que llamo el síndrome de SuperCoco. Me parezco, en fin, a aquella marioneta superlativa y azul que bajaba y subía tramos de escaleras, como un poseso, para explicarnos obsesivamente que estar cerca no era exactamente lo mismo que estar lejos. Síndrome que no me afecta, al parecer, cuando estoy hablando con desconocidos o conocidos breves (o quizá es que entonces me la trae al pairo que me entiendan o no). Albert, que me huele, pensará aquí: "Vamos, hombre, si tú nunca hablas con desconocidos" -ya me imagino el bocadillo saliendo de su boca con tal afirmación en el próximo número de la revista mensual de Velázquez seis- y tendría razón de no ser por culpa de Berlioz.








Es fascinante observar los grupúsculos que se forman en los parques de este mundo por culpa de nuestros amigos los perros: sus reacciones, sus comentarios, su vestimenta, su trato hacia los recién llegados. Adoro a la gente (aunque no me hable con ellos) y me encanta ver cómo
se desenvuelven, se agrupan, valoran y critican entre sí. Yo les sigo la corriente para que desplieguen toda su inquina acumulada -un día entero de, digamos, oficina, obedeciendo las singulares órdenes de algún tocapelotas trajeado genera mucha inquina acumulada- y la despliegan al decirme, sotto voce: "¿has visto ese cachorrín? Se le notan las costillas: ¿le darán bien de comer?. La verdad, la gente no sé para qué tiene perro si luego no lo van a cuidar debidamente"; o también: "No irás a ese veterinario de ahí. Bueno, tú sabrás, hay gente que va y dice que está contenta: ya sabes cómo es la gente. Pero cuando he tenido que ir me pedía que le sujetase a la perra, ¿tú te crees?, un veterinario que le tiene miedo a los perros. Es mucho mejor uno que hay detrás del palacio de deportes..."








En fin que mientras con un oído voy tomando nota de los recelos y las manías del personal, con el otro tengo todo el tiempo del mundo a pensar en mis chorradas mientras Berli se integra en sociedad canina. Así se me ocurre una idea estrafalaria y genial para un relato sobre marcianos a dieta que se llame ¡Qué verde era mi talle¡! que nunca escribiré. Otro día, escuchando a Fito en la radio, pienso que canta: "sabes que quiero más, no sé vivir solo con cinco sentidos: esti Mark cada vez guarda más narcos hundidos"








Van pasando los días de vino y rosas y me entero de que hay otro grupo antisistema (¿os acordáis del Oso yonqui?) que se llama Peter Punk y me apetece bajarme sus canciones aunque sospecho que hablará de otras campanillas. Eso me hace recordar que mi primo está ya plenamente instalado y aprendiendo a malvivir (cole elitista inclusive) y que su personaje de dibus favorito es precisamente ese niño cuyo síndrome padece mi compañero de piso y yo a veces y los hombres casi siempre. ¿Qué sería de nosotros si nadie hubiera catalogado previamente nuestros sentimientos de inferioridad?

4 comments:

Cayetana Altovoltaje said...

Oso yonqui... Peter Punk... redios, P., qué vida me lleva usté.
Pato quiere conocer a Berli, y hay un par de Austers que quieren volver a su dueño. Estoy por plantarme un día cualquiera sin avisar en Velázquez...

La Pichi said...

¿Eso ye Xixón?

tipodeincógnito said...

Yes it is: el Gijón de mis temblores

Anonymous said...

Al despertar se dio cuenta de que su mundo ya no era. Había desaparecido para siempre.
¿Cuántas cosas me perdí?