Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Wednesday, March 14, 2007

Quizá recuerdes el caso de María Luiña y cómo el doctor García Pevarelo (apreciado foniatra y excelso jugador de tute) le diagnosticó una extraña enfermedad sin cura que más tenía que ver con lo sintáctico que con lo sintomatológico. Pues bien: el caso de Luiña trascendió y la consulta de Pevarelo se convirtió en una meca de tullidos cuyas dolencias tenían que ver con ramas tan dispares como la fonética o la morfosintaxis. Hubo muchos que clamaron por la creación de una nueva rama de la medicina, que en los suburbios ya empezaba a conocerse como lingüisticología. Y la cosa no se mantuvo en un reducido ámbito nacional: al parecer, había otro médico en Minsk con el que Pevarelo intercambiaba datos, casos, pacientes y dudas. ¿Genio o farsante? Desde los más selectos cenáculos de la pediatría y la obstetricia se miraba a Pevarelo con cierta sorna, algo de burla, mucha suspicacia, kilotones de desprecio y litros de café con nicotina. Mientras, en las calles se clamaba por un referéndum pancarta en mano y todo plagado de silbatos, pelucas y canciones de los 70.

Y los casos se iban multiplicando. De entre todos, quizá el más conocido fue el de Humberto Sibilino Pérez, el azafato de iberia. Sibilino acudió a la consulta del doctor Pevarelo con unos síntomas preocupantes que le impedían trabajar con normalidad. Puedo, ha trascendido que le contó Sibilino a Pevarelo, usar las manos, los brazos, con normalidad: me rasco la cabeza, abro los botes de mermelada, estrecho manos, clavo alcayatas, me peino...; pero cuando tengo que señalar algo soy incapaz: mi cuerpo se niega, los brazos se me caen sobre los costados como sin vida, gomosos, inapetentes y por más que quiera no puedo moverlos. Comprenderá, doctor, que esto puede acabar con mi carrera de azafato: he cogido unos días de vacaciones pero cuando se me acaben no sé qué va a ser de mí: los jefes pensarán que soy uno de esos tipos problemáticos que incitan a la desidia, a la desobediencia: me despedirán. Tiene que ayudarme, doctor, se lo suplico. Pevarelo tranquilizó a Sibilino y le contó que su mal no tenía un origen físico, que era su cerebro el que se negaba a dar las órdenes concretas para señalar esto o lo otro y que por tener tenía hasta nombre: deixis degenerativa también conocida como hipertrofia deíctica o mal de Alarcos-Coseriu. La terapéutica y la posología recomendadas fueron lo más sorprendente del caso Sibilino: debía leer al menos un par de libros al mes y hacer una lista con el vocabulario desconocido que habría de ir incorporando a la rutina de su vida diaria. Su cerebro, le vino a decir Pevarelo a Sibilino, está atrofiado por culpa del desuso y ahora se siente incapaz de relacionarse con el mundo que le rodea, de señalarlo, de establecer las distancias que lo enmarcan, lo definen y lo separan de él.

Enemigos acérrimos surgieron por todas partes: el primero, quizá el más potente, la industria farmacéutica, que no estaba dispuesta a dejar escapar un montón de pasta mientras Pevarelo medicaba a sus pacientes con libros o con talleres literarios. No es extraño, comprenderás, que hayan ido a buscarle las cosquillas: ahora se enfrenta a seis años de prisión acusado de falsedad de titulación (al parecer le quedaban un par de asignaturas para terminar la carrera), usurpación y exceso de atribuciones. Sus detractores y sus correligionarios se agolpan frente a las puertas del juzgado, cada día, pidiendo su libertad y su muerte. Por eso llevamos parados tres cuartos de hora en este puto atasco, hijo mío: tu madre nos va a matar como no lleguemos pronto a comer.

2 comments:

Cayetana Altovoltaje said...

¡¡Ja ja ja!! Gracias, P, me he reído un montón. ¡¡Qué malo es estudiar Filología!!

tipodeincógnito said...

Sí,B. La losa filológica pese sobre nosotros ya siempre. Besis, gracias a ti por pasarte