Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Sunday, March 22, 2009

El jardinero cien

Imposibilitado para la poda por parte de padre, Domingo Romo Sanjosé llevaba casi treinta años soportando la maldición de haber nacido en el seno de una familia de robustos pero fugaces armadores y terratenientes. Después de una infancia depresiva con institutriz y galopa, galopa, galopa caballito de madera, la adolescencia supuso para él la entrada al mundo sorprendente y vegetal que se abría más allá del camino de piedra y cercado tipo hermanos Grimm. Con la mano de su padre en el hombro, asistió con inesperado terror al todo lo que alcanzan a ver tus ojos será tuyo algún día, hijo mío: acres y acres de fulgor clorofílico y cultivos localistas. Para Domingo Romo sénior, la decepción de ver a su hijo correr despavorido de vuelta a las enaguas de su nani solo fue comparable a la que supuso la aparición del esperadísimo segundo disco de Vainica Doble: tantas expectativas para llegar a esto.


Y es que Dominguín (quizá por culpa de la educación individual impuesta: un buen internado prescolar habría terminado de raíz con aquellas tonterías, porque genético no era) le tenía un pánico atroz a las tijeras, los podones, las cizallas y cualquier instrumento para recortar, perfilar o eliminar impurezas sobrantes. Era víctima de insoportables espasmos y pesadillas con el mero hecho de escuchar palabras como esqueje, vivisección, gramíneas u horticultura. Agrícolamente inhábil, en fin, se enfrentaba a la ignominia y al descrédito ante toda su estirpe al no poder hacerse cargo, como dictaba la tradición romera, él solo de sus posesiones y cultivos. Así que la misma mañana en la que enterraban a su padre -a la, también tradicional, edad de cuarenta y seis años-, en el panteón familiar de impecable ascendencia churrigueresca, se puso a buscar jardinero en los anuncios por palabras a pesar de la abierta oposición y cruenta burla de Adelita Sanjosé, entre otras muchas cosas su madre biológica.


Pero algo que había parecido sumamente sencillo en clase de etiqueta, protocolo y trato a la servidumbre, se convirtió en una retahíla de incompetentes enguantados incapaces de diferenciar un rododendro de un abeto nórdico. Y cuantas más entrevistas realizaba, más se abrían paso ante sus horrorizados ojos la mala hierba, la cizaña y las ortigas blancas. Así hasta que se plantó ante su puerta Rafael Salvado, electricista de toda la vida y devoto en la intimidad de los cultivos de latifundio, que numéricamente tenía el dudoso honor de ser el entrevistado cien. Todo fue de maravilla hasta que, cuatro meses después de la rúbrica del contrato y cuando ya las extensiones y praderas de los Romo de siempre volvían a refulgir con el esplendor de antaño, Domingo encontró a su madre y a su jardinero cien en bíblica relación en el cuarto de los aperos. Y tomando cartas en el asunto hizo lo único que se creyó capaz de hacer: abandonar decorosamente este mundo ayudado por una infusión irónica que contenía dos partes de adormidera y una parte de poleo, como si pensara: el que a vegetal mata... Los periódicos dijeron que había muerto joven aun para ser un Romo.


No comments: