Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Sunday, December 24, 2006



A Marta, tan decimonónica.






Entiendo que la decadencia (esta espiral sigloveintiuna de vileza, nadismo y otros pormenores) comenzó cuando los hombres dejaron de llevar sombrero, cuando aún bastaba con decir -pero sobre todo era con escuchar- aquella expresión gloriosa de nuestros antepasados, a cabeza descubierta, que ahora no se usa o se usa solo en sentido figurado, como metáfora o símil. La vida era un paseo en carruaje, en fin, y las calles importantes lucían un irregular empedrado apenas visible a la luz de un candil finisecularmente decimonónico cada cinco metros (otra figura en desuso, la del candelero que iba y venía llama en mano con su uniforme y su bigotito bien engomado y su mantón de lana: diciembre era mucho más frío) o quizá fueran quinqués, hermosa palabra. Primero vino la americanización westernizada de no destaparse al paso de la Archiduquesa de Baltimore, de trocarlo por un leve movimiento del ala que acabó por perderse finalmente: un golpe de cabeza, de ceja o nada.











Lo que quiere decirse es que al perder el gusto por el detalle, con la derriba del mero formalismo sobrevino el desastre. Fuimos perdiendo las colonias, el prestigio y la cultura a un ritmo sorprendentemente vertiginoso, casi como si fuera decidido, consciente y cerebral el acto de mandarlo todo a la mierda con perdón y sin mucho tino. La modernidad, en fin, se abrió paso a dentelladas secas y calientes, por parafrasear al poeta; se murieron la levita, el guantelete, las calesas, las guerras carlistas y más recientemente el país, la religión, dios otra vez. El resultado paupérrimo de todo eso lo vamos recogiendo ahora de los arcenes y las cunetas, habita en clase de educación para la ciudadanía, lleva gorra roja al revés y calada, tiene dos piercings y un vocabulario compuesto de doce palabras y cuatro o cinco onomatopeyas.














Me recuerdo exactamente hace un año, un día tal hoy, escribiendo estupideces festivas llenas de asado, salsa de patatas y felicidad ficticia. Continuan las sonrisas impuestas y han pasado los meses. Durante el trayecto he encontrado a un puñado de gente maravillosa y Marta es ejemplo y representación de todos ellos. A ella no le hace falta sombrero para dignificar cualquier recinto en el que se inmiscuya: la clase no reside en el fieltro, es cierto, y para ella es uno de mis últimos cariños del año, uno gigante y navideño en estas horas de oscuridad. Velázquez seis te quiere, dulce Marta, aunque a veces somos tan cretinos que nos olvidamos de demostrártelo. Con perdón.
Desde los auriculares: Óleo de una mujer con sombrero (Silvio Rodríguez)
Una mujer se ha perdido conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura, su breve cintura debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar, se ha perdido mi huella en su mar. .
Veo una luz que vacila y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló. Veo más: veo que se perdió. .
Una mujer innombrable huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas, blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción. .
La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar. .
Una mujer con sombrero, como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndome al centro del miedo y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí, y ahora lloro por verla morir.

3 comments:

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

Ah,nuestra dulce Marta, una mujer que nos saluda a los 10 minutos de conversación con un - cómo echaba de menos esto...

Va por tí, querida...

(Dijo mientras se echaba un trago de bourbon al coleto)

La reina de la miel said...

Supongo que para eso me dejaste quietecita en la entrada del Bar Inn mientras tú departías con gente menos decimonónica, para dignificar el antro, que buena falta le hace...

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

Jeje

Touché...