Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Wednesday, July 27, 2011

De qué hablo cuando hablo de huir -de las últimas novelas de Murakami-.

Estaba buscando un autor nuevo en el que trasnochar y una amiga me recomendó a Murakami. Al parecer, Tokio Blues era lo mejor que había leído en varios meses así que me embarqué en su obra, pero con cierto recelo: la cultura japonesa y yo nunca hemos llegado a intimar, aún a pesar de Lost in Translation  -quizá porque Lost in Translation es una visión americana de la cultura japonesa-. Fue todo un acontecimiento. La novela era una inesperada mezcla de angustia y frescura, de musicalidad y destreza, de ternura y confusión, y viajaba siempre bordeando los límites de la verosimilitud pero sin darse mucha importancia, con un navegar despreocupado, casi indiferente. Y era cercana, extrañamente familiar pero sin pasarse, dejándote siempre un regusto de esto no me podría pasar a mí pero al tipo del tercero, ese que toca la guitarra, seguro. Así que aposté por Murakami.

Lo siguiente que supe de él fue Kafka en la orilla, una de esas novelas que desquician y en la que, después de cada destello puro de genio narrativo, sobreviene un pelotazo inverosímil que te deja contra las cuerdas. Es la del tipo que habla con los gatos (lugar común por excelencia en la literatura del japonés, los gatos y la música y tal vez la soledad). Y mientras eres Kafka Tamura y te largas de casa con 15 años, te vas al sur, te medio enamoras de una señora que podría ser tu madre y que, hasta donde tú sabes, lo es: todo va de maravilla con Edipo y toda la pesca. Pero como luego está esa otra historia sobre el tipo que habla con los gatos, y ambas se van aproximando hasta confluir en un final apoteósico, marino e intragable, no sabes bien a qué atenerte, te gustaría protestar pero como te quedas con buen cuerpo, lo aceptas y te compras la siguiente, a ver.  El problema es que la siguiente que te compras, a ver, está cronológicamente publicada entre las dos anteriores y ahí es cuando empieza el lío, porque tú crees realmente que Crónica del pájaro que da cuerda al mundo es con diferencia la mejor de todas y, claro, como no puedes hablar, aunque te gustaría,  de clara evolución en la obra de Murakami, lo dejas en que acaso sea este  un escritor con altibajos, así, sin más. 


Crónica es como Kafka, pero mejor. También tiene esas largas y preocupantes dosis de irrealidad que te hacen, y así lo decía Bryce, pensar: ficción sí, conchudez no. Pero, al mismo tiempo, todas las historias van casando geométricamente, como en una buena partida de Tetris. Y al final casi ni te preocupa que el protagonista guste de meterse dentro de un pozo a reflexionar o que acuda a una especie de casa de citas a que le laman por dinero una mancha extraña que le ha salido en la cara. Lo importante es lo demás, el poderoso brío narrativo que demuestra Murakami para convertir un tochazo de novecientas páginas en un abrirycerrar de ojos ávidos y necesitados. En resumen, que cada Murakami que devoraba era mejor que el último pero muy parecido, pero totalmente distinto. Así que en ese desasosiego literario me moría por consumir lo siguiente.


Y lo siguiente llegó ilusionando y por partida triple. Primero con El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas y luego con After Dark y la obra que da título a esta entrada, De qué hablo cuando hablo de correr. Pero la ilusión, ay, se partió en mil disparatados cachitos inasibles. En El fin del mundo uno piensa: a este tío se le ha ido definitivamente la pinza. Luego, rebuscando por ahí, me enteré de que era una novela de juventud, previa incluso a Tokio Blues, que habían tardado mucho en traducirla, y le di el beneficio de la duda, quizá era uno de esos experimentos post-adolescentes, un palo de ciego, un disparate sin continuidad. Pero After Dark, primero,  no me dijo nada y el libro de correr, después, lo encontré solo apto para iniciados, ideal para que gente que corre, para gente que huye, para gente que en lugar de pasear, galopa. Así que Murakami empezó a decepcionarme, o quizá es que la chapuza editora de Tusquets me había hechizado con sus mejores libros para atizarme luego las obras menores, la morralla indigna, o puede que fuera yo, y no Tusquets, el que me equivocara al navegar a Murakami o me confundiera sobre cómo transitarlo. El caso es que al poco de publicar su última novela de alfanumérico título, 1Q84, me la compré por los viejos tiempos, por el qué dirán, por estar al tanto de lo que se cocina, por no dejar de leer a ese tío del que todos hablan. Y, aunque no he podido pasar de la página 100 -pero volveré, siempre vuelvo-, me pareció en su momento un pestiño insoportable. 


En definitiva, no sé si colocar a Murakami en la misma categoría que a Woody Allen, es decir en la de autores colosales que ya han dado lo mejor de sí, o permitirle aún otro desliz más -con Woody ya van cinco o seis, no sería justo para Haruki-. De quien me sigo fiando es de Paul Auster. Su última joya, Sunset Park, está ayudándome a quitarme el mal sabor de boca del sushi murakamiano, que me había angustiado la lengua hasta dejármela gris. 

3 comments:

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

A pesar de obligarme a leer dos de sus ladrillos, no le encontré el secreto, aunque sea placentera su lectura.
De hecho, poco me quedó de aquellas páginas.

Disfruté más con mi reciente sesión de Nick Hornby (Juliet desnuda y Fiebre en las gradas), aunque tampoco sean gran cosa ciertamente.

Anonymous said...

Jaaaaaaaaaa
Ay Dios, qué risa, Pa, Bueno yo sigo con el tema del fin del mundo, te tiene ahí, ahí, que tienes toda la razón, es una novela que parece de principiante, con un desfase total, pero, al mismo tiempo, no se me habría ocurrido jamás jajaja lo del sonido. Bueno. En cuanto a 1Q bla,bla,bla...pienso como tú. De qué hablo cuando hablo de correr, en mi caso sería cuando h ablo de comer, jajaja, y tú de huir. jajaj Bueno, este libro tb le tengo, y bueno, bien, bien, no es que sea del todo, pero tiene algo. Tampoco lo he terminadolo dejé a mitad del maratón. Pero me atrapaba.
De todos modos he ido a escoger lo más chungo,joder jajaapor el fin del mundo voy en la 193. Vamos, yo aquí me pregunté, y Moisés se cree complicado? jaja..Bueno,no se lo cree, yo se lo creo. y se lo creeéeeeeeeeeeeeeeeee yo misma.
He leído tb los cuentos, esos sí me gustaron de verdad, o sea, la hostia.

Y tb he leído tú cinturon verde. jaja joer.. Por Dios, Pero hay algo de lo que no me olvido y es de esa frase que abre el blog.
Es imposible de olvidar:

Desubicado entre la risa yla muerte.



jajaja qué fenómeno. (salió una r por ahi, que junto a fenómeno.r, parece que eras menor, pero bueno, no, eres tamaña alimañan, mira, y rima!)

Qué de gilipolleces cuento sólo para que se vea el comentario, madre mia, qué gilipollas que soy.


Bueno, Un beso, tomorrow sigo con los otros escritos. Que por cierto ya era hora que escribieras, joder... igual el líquen te tenía sumido en su verdor.

Adiós, macarrón, mira, cuando te salga de ahí me dices dónde puedo escucharte, ah.. q vulgar vocabulario has escogido para el cinturon, bueno, y el doctor, tan singular con su apellido.

Y yo tan idiota. bueno, es lo que hay.
Y no hay más.


No veo el puto comentariopublicado.
Raquel.

Anonymous said...

por cierto, el de la foto, o sea Tommy (rabo que diria mi cuñado) se parece a alguien, bueno, quizá son suposiciones mentales mías.


Un kiss