Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Monday, June 08, 2009

A costa de los phoskitos

Como me gustaba vivir mis asociaciones sicopáticas en la más rabiosa intimidad, prefirí no consultar al jefe de reponedores y, haciendo un poco de tripas corazón, saqué el número 57 en la pescadería y me puse a pensar que quizá la cosa no fuera más que otro vulgar truco de marketing para momentos de penalidad y angostura, aunque tenía su gracia que la fecha de caducidad de las alitas de pollo y la pasta de dientes con extra de mentol coincidieran. No obstante lo anterior, aquello que en sus inicios no pasó de ser un entremés, una bagatela, un tropezón entre contingente y jocoso, devino en clamor metabólico cuando, al repasar la lista entera de los productos de mi carro, descubrí que todos, hasta los phoskitos, prescribían el 12 de diciembre de 2009, doce del doce para supersticiosos y cabalistas. Enseguida sospeché una trama hilada en la sombra por los poderes fácticos que habitualmente marionetan el bacalao, una orquestación para promover el fin del mundo o para dar salida a algún lote antiguo de sardinas en escabeche: como no podía decidirme entre lo planetario y lo tangencial, y tenida en cuenta mi habitual incapacidad para hablar con extraños, dejé pasar ante mí la ocasión de, avisando a los de Gente o al Diario de Patricia -y si estuviera Patricia, ay, y no esa suplente atiplada e insípida- obtener mis cinco minutos de fama denunciando tejemanejes tabernarios en el colmado de mi barrio; y, como quien dice: si total qué más da, pedí otro gallo extra por si acaso a Rifas le sobrevenía un antojo de madrugada.





Pero mis silencios pronto se volvieron amarguras: todos en el súper sabían que sabía y, como consecuencia, los pasillos se llenaron de miradas capciosas, delictivas y culpables entre las que era capaz de localizar una película de nerviosa intranquilidad recubriendo pomelos y cajeras, un comportamiento desagradable y accidentado en la manera de sisarme unos céntimos en las vueltas, un conspicuo caos de papel higiénico en oferta y gel de baño en marcas blancas sobrevolándolo todo; y un juego constante de miraditas, de cuchicheos y de guiños bajocaja me confirmó que también muchos clientes estaban al tanto de lo que allí se cocinaba, si es que eran clientes y no se trataba de meros actores, figurinistas contratados para dar color, ambiente y fondo a aquella patraña infecta de repugnantes manipulación e intriga. Una mañana de agosto en la que soportarlo no pude más, le abrí mi corazón, a golpe de herrumboso abrelatas, a Flor-Amable García Ruiz, la segunda ayudante de frutería, porque siempre me había gustado que fuera al trabajo peinada con coletas y quería ver en sus pequeños ojos casi orientales un velo de complicidad y ternura y unas ganas horribles de llevarme al catre. Así que mientras imaginaba el delantal de Flor, aliñado con tatuajes de picotas y aroma de limones a granel, en el suelo de mi dormitorio, a merced de la corriente y de Rifas, y a ella misma ofreciéndome dulcemente su pistilo en una oblación exquisita sobre las sábanas de raso, la llamé a un proscénico aparte , en el que fingí interesarse por la madurez de una caja de fresón de Huelva, y le hice partícipe de mis sospechas más fundadas, pidiéndole comprensión y consejo a una cada vez más horrorizada Flor.





Según entendí más tarde, ya con las mangas de mi nueva camisa blanca abrazándome en un nudo inasequible, la reacción de la frutera (desencajada, mustia y un poco temblorosa, sí, pero a primera vista sonriente) fue la de dejarse medio dedo apretando con disimulo el botón rojo de alarma de pensamiento independiente, oculto bajo el mostrador de los tomates y los pepinos, pidiendo ayuda a gritos sordos al encargado del pasillo siete quien, quiéralo dios, vería la llamada en su garita y en forma de luz parpadeante y aviesa, y acudiría de inmediato a sofocarme sin llamar mucho la atención, que hay clientas mirando, haz el favor, Julio. Ni la policía, ni el médico de guardia, ni el chico encargado de quitar y poner los electrodos me hicieron mucho caso mientras me extendía en razonables explicaciones, bien sazonadas con retortijones, alaridos y espumarajos, prometiendo portarme de maravilla si relajaban el nudo marinero que me mantenía inmóvil, aunque de lo único que tuviera ganas es de partirle a alguien la cabeza en dos con una silla. Los primeros meses, en fin, pensaba que si me hubiera llevado a Rifas aquella mañana al súper, él me habría comentado lo de la alarma silenciosa y juntos podríamos haber puesto pies en polvorosa; ahora, en cambio, me alegro de haber venido a vivir aquí: la comida es bastante buena, las paredes son de gomaespuma y a veces los miércoles por la tarde nos dejan jugar al parchís. Añoro a Rifas, sí, pero sé que sabrá arreglárselas sin mí: para ser un gato de peluche es bastante imaginativo, la verdad.

8 comments:

Miss P said...

Querido P:
Ante todo, hola de nuevo.
Es un consuelo no ser la única que adivina una oscura conspiración en los pasillos del híper. Especialmente los sábados por la tarde...
Beso

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

El efecto 12:12 todavía me persigue, pero no tengo respuestas; quizá sea yo el que me esté volviendo loco, pudiera ser.

Pobre loco

Anonymous said...

Flor??

tipodeincógnito said...

Siempre F, cuya esencia está en los comienzos de estas letras.

Anonymous said...

F lee estas letras de vez en cuando... Y se sorprendió al encontrar su nombre entre delantales, cerezas y limones...

tipodeincógnito said...

Tener sus ojos por aquí de vez en cuando es un verdadero placer. Entre cerezas, claro, F es el verano :)

FLOR OGEA PLAZA said...

Y qué fue de P durante este tiempo? F se casó, cambió premodification por pinceles, tantas cosas...

Anonymous said...

No he entendido nada, apesar de haberlo leído varias veces. No sé si habla el phoskito con su pegatina, el cliente consigomismo, o es todo una idea de un loco que surge en paredes de gomaespuma, jaj..no sé realmente. Pero Rifas, el gato de peluche me ha encantado que sea tan inventivo.

Hellye