Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Wednesday, December 05, 2007

A Albert, poeta de minorías, también conocido como el tipo que vivía aquí


Volquemos poesía. Tanto tiempo que no navegaba versos que volteo cada página -un decir, lo de volteo, sería más acertado escribir cliqueo- con el estupor torpón de un primerizo en su noche de odas. Recordarás, bro, aquel tiempo de hortalizas en el que nos juntábamos en una de esas mesas enormes de la biblioteca del Milán y yo te enseñaba mis versos y tú fingías encontrar motivos para que siguiera trabajando (puliendo, puliendo era uno de nuestros verbos preferidos entonces, la navaja de limar asperezas) y luego me pedías que te recomendara alguna novela. Cruzabas el pasillo hasta la sección de filología porque nos gustaba una chica morena con cuello cisne que se pasaba las tardes detrás de un inmenso manual de literatura inglesa dieciochesca, y porque en Historia del arte está todo como desangelado y la gente es muy rara. Aún no salías de tu tortuoso noviazgo con pretensiones exclusivistas y desenlace alemán, pero ya en la mirada se te notaba cierto penar -y en la voz amarguras y en los hombros pesadumbres-. Nos conocíamos pero no nos conocíamos y en aquellas mesas entiendo que recomenzó todo: te urgía a Cortázar, a Bryce, a Auster, a que abandonaras un momento a Galdós (siempre tan rectilíneo, tú, convencido de la valía de lo historiográfico, de la necesidad de unas lecturas elementales, de que Azorín, de que las guerras carlistas; decidí tomar cartas en el asunto cuando te vi guardando subrepticiamente un ejemplar de Cartas marruecas en el fondo de tu mochila: cruza el atlántico, ché, te dije) Ahora me cumples treinta años y me da por regalarte una agenda 2008 de la Taschen con motivos hopperianos y este blog de versos y recuerdos.


Frecuentabas al poetastro profesor García M para que te diera una opinión sincera sobre tu antología (Raíces y alas, la he leído, ¿por qué abandonaste la poesía?) y mientras él escurría el bulto, pero te presentaba a Ángel González, yo te instaba a huir de la academicista sombra GarcíaeMeniana porque nada bueno podían hacerle a tus versos ese conglomerado de correveidiles y afectados vates. Lo tuyo es poesía de chigre y melancolía, dije yo alguna vez, de ponme otra copa de ron, Julio, que voy a olvidar a esta zorra a golpe de hielo, vive dios. Y ésa, mal que bien, no la encontramos nunca en los pasillos de nuestra adorada universidad. Quién nos iba a decir entonces que acabaríamos viviendo aquí, a un puñado de metros del 13, donde el café con nicotina te iba quitando las ganas de volver al aulario para asistir a clase de teatro del siglo XX. Dejaste de escribir porque no se subieron al tren en el último segundo para abrazarte con un beso postrero, porque el castillo de las princesas de cuento lo habían derrumbado el frío y la indiferencia y Deutschland, Deutschland; pero, ¿por qué dejaste de escribir, cretino?


Los versos, la vida. Dejé de jugar a ser poeta entre aquellas paredes recién pintadas. Todo olía a nuevo en filología y yo iba de un lado para otro con mi antología de Miguel Hernández y mi mochila de Cacique. Mis manos no se hicieron para volcar poesía, dita sea. Así que un buen día me puse a escribir tontocuentos y primeros capítulos de novelas ropavieja. Aparqué la poesía, la dejé en manos de los que sí sabían: Góngora, Hernández, González, Cernuda, Salinas, Neruda, Benedetti. Precisamente Benedetti, ya ves tú, se enfrentó un día a la típica pregunta de cualquier aprendiz de periodista, Maestro, ¿cómo sería un mundo sin poesía?, contestando mágica, simplemente: Un mundo en prosa. Así se habría de llamar mi novela, pensé entonces, pienso ahora: un mundo en prosa. Y que otro año más le hayan dado el Cervantes a cualquiera. Escribe, tarugo, vuelve al verso retorcido y agónico, rescata las malditas aliteraciones del amor primaveral, intenta renacer el floripondio pastelero del aire suave de pausados giros, que no sea yo el único que recuerde que las saetas de su ausencia, sangran tu nostalgia. Ahora que aún estamos a tiempo de disfrutar esa vida de pedazo de queso y botella de vino, con lumbre y versos, que pergeñamos a fondo durante aquellas tardes de invierno universitario y que ahora parecen tierra, humo, polvo, sombra, nada.












Benedetti, Soneto kitsch a una mengana

Yo/ fulano de mí/ llevo conmigo
tu rostro en cada suerte de la historia.
Tu cuerpo de mengana es una gloria
y por eso al soñar sueño contigo.
Luego/ si el sueño acaba te persigo
soñándote despierto/ es una noria
que rodea tu eco en mi memoria
y te cuenta esos sueños que te digo.
Así/ sin intenciones misteriosas
sé que voy a elegir de buena gana
de mi viejo jardín sólo tus rosas.
De las altas ventanas tu ventana
de los signos de mar tu mar de cosas
y de todo el amor/ tu amor/ mengana




2 comments:

Anonymous said...

Mmmh, Benedetti... A mí me encanta su poema "Táctica y estrategia", especialmente leído por él. De vez en cuando lo reproduzco en el Real player y a veces pruebo a ponerle músicas de fondo con el Windows Media (todas le quedan bien), y gracias a tu post, lo he escuchado una decena más de veces.
Por cierto, Albert, escribe, hombre, que ningún amor fallido merece la muerte de un poema nonato.
"Las saetas de tu ausencia, sangran mi nostalgia"... Está muy bien. Esta vez coincido con el dueño y señor de este blog: no deberías dejarlo (y, por supuesto, tampoco hacerle caso a los criterios poéticos de García M).
Joer, si me decuido hago yo otro post completo :(

La reina de la miel said...

Tú, estúpido, tú eres el que tiene que salir de este rincón y golpear a los demás con tu prosa. Darles bien fuerte, que se enteren. Publicar, redios, antes de que te arrepientas de tu mojigatería cuando sea tarde.