Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Sunday, August 14, 2011

Yo con el volcán (cuento)

No es que desdeñara sus motivaciones o que tergiversara sus propósitos, pero cuando alguien de la diputación provincial de Almería me llamó para que documentara el asunto, al principio me negué, incurriendo en vagas excusas de compromisos previos y mencionando probables dificultades técnicas que ni siquiera había valorado. Luego, cuando lo pensé mejor -o cuando se derrumbaron esas inexistentes obligaciones-, creí ver en el fondo del asunto una epopeya juliovernesca y, aun a pesar de mi proverbial manía a la literatura decimonónica, acepté. Reuní a mi equipo de casi siempre y partimos en seguida con una injustificada prisa que nos condujo, tortuosa y lenta y transbordalmente, España abajo hasta Almería y de ahí, en helicóptero, hasta la isla de Alborán. En la isla nos esperaban un puñado de autoridades almerienses de reconocido prestigio local y un par estrellas puntuales que apadrinaban el proyecto con, inferí, menos intensidad de la necesaria en casos de tanta enjundia y tanto compromiso -Bisbal no estaba-. 

En la visita guiada por la isla, de unos siete minutos y medio de duración, las explicaciones corrieron a cargo del jefe de biólogos del acuario de Almería quien, al parecer, los viernes por la tarde ejercía de consejero medioambiental en las reuniones gubernamentales políticamente correctas y ecológicamente sostenidas que tienen lugar en los consistorios de este nuestro país de un tiempo a esta parte. El tipo, un poco calvo y un poco pedante, me explicó que el islote, de apenas 7 hectáreas de superficie y origen volcánico,  constituía la parte emergida de una cordillera submarina que se extiende unos 150 kilómetros en dirección NE-SE, y que era uno de los lugares más prolijos de Europa en avistamiento de cetáceos. Aunque no estaba seguro de que prolijo significara lo que él creía que significaba, no dije nada, y seguí atendiendo a sus explicaciones con falso interés un poco disimulado.  La misión (así llamada por ellos mismos con cierta pompa y trazo aventurero), explicada para analfabetos funcionales en asuntos tectónicos, o sea para mí, consistía en buscar el volcán que habría originado la isla, despertarlo de su letargo y obligarlo, literalmente, a escupir unos doscientas o trescientas hectáreas de lava más, lo justo para poder construir sobre el nuevo territorio alboraní un sofisticado promontorio con parapeto y catalejos, y así mejor disfrutar del paseo natatorio de ballenas y delfines, y un hotel último modelo con el que recuperar la inversión rápidamente y, en un periodo de tiempo no superior a tres años, empezar a ganar una pasta gansa.


Como no había mucho que hacer en aquella isla de 600 metros de largo, me pasaba las tardes apoyado en la valla del cementerio, viendo pasar a la gente con máquinas estrafalarias y batas al vuelo, y fue así como me enteré de que de las tres tumbas que abarrotaban el camposanto de Alborán, solo dos llevaban nombre -y eran de la suegra y  la esposa de dos antiguos fareros, fallecidas en 1910 y 1920, un oficio peligroso ser mujer en esta isla a principios del siglo XX-. La otra, más romántica o misteriosa, se cree que contenía los restos de un aviador alemán abatido durante la segunda guerra mundial, que llegó junto con lo que quedaba de su aparato, arrastrado por la corriente. (Pensé que cuando terminara aquel trabajo podría intentar escribir un guión con la historia de aquel aviador desafortunado que tenía el dudoso  privilegio de ser el único hombre enterrado en la isla de Alborán, y que imaginaba como un dramón de 130 minutos a caballo entre El paciente inglés y Tobruk. Sin embargo aún no he podido ponerme, creo que le falta chicha o yo no sé extraerle el juguillo)


El método de localización y el procedimiento despertador, de impensable invención española, constituían un avance tal que los expertos, que iban y venían por la isla con brújulas y lo que parecían bastones de esquí, vaticinaban una nueva revolución científica a partir de aquel día y una retahíla incierta de premios Nobel y subvenciones suculentas. Ni que decir tiene que todo lo que nuestras cámaras, submarinas y no, pudieron captar del momento revolucionario, fue un enorme eructo burbujeante que, surgiendo de las profundidades mediterráneas, se tragó media isla de un plumazo llevándose al fondo del mar el estrambótico cementerio local, la mitad de mi equipo técnico y a dos operarios senegaleses que trataron de salvar sin éxito el aparatoso instrumental que tantos millones de euros había costado y que tan mal flotaron aquella mañana nublada del 17 de junio. La explicación que se dio fue que en vez de al volcán, lo que provocaron fue un desplazamiento diagonal de la placa africana sobre la euroasiática y el consiguiente terremoto de 7.4 grados en la escala Richter que se sintió en toda la península y que convirtió la breve isla de Alcorán en un pedrusco rojizo que hoy por hoy flota a la deriva por las aguas internacionales del estrecho.


Si tienen algo de suerte, quizá puedan encontrárselo. 





2 comments:

belona glamour said...

:)

Anonymous said...

NE-SE de qué hablas tío, pero lo de los 130min a caballo entre, tal, y cuál, me, me, me
NE-SE, NE-SE

tio, tio, tio...

tio, tenémos un problema conlas fotos, y la Isla de Alborán

voy a irme sin hacer un minimo de ruido, eh...para que no parezca que solo tú, y otrome haceis reir.


Y te juro por mi madre, q estoy desubicada también yo entre la risa, ahora mismo, y la muerte,la cual espero muy pa allá, más allá del allá. Aún no,
sé que es díficil creerlo que te digo, porque no lo expreso, pero creéme.

N-E-SE, NE-SE, me ha llegado al alma

como un flecha de cupido







R.A.Q.U.E.L