Cuando me toca estar malo prefiero vivir en una novela de Salgari que en la vida real: la enfermedad es mucho más interesante en la ficción que en la calle. Si soy uno de los tigres de Mompracem me pueden dejar ko unas inoportunas fiebres, lo cual además de exótico es interesante que te mueres. Uno enferma de fiebres en la selva, rodeado de animales salvajes y de peligros excitantes; una vulgar fiebre, sin embargo, la puedes agarrar en el metro o en el trabajo, la quintaesencia de lo cutre, bien mirado. Yo es que soy un sibarita, sobre todo cuando enfermo, y eso me recuerda dos cosas necesarias que contar sobre mí. Por un lado, desde que mi novia de los 15 años -la primera en orden cronológico, llamémosla Uno- me contagió la mononucleosis, y estuve casi dos meses fuera de combate, mi organismo, más que defenderme, acoge y da cobijo a cualquier tipo de virus que pulule por ahí buscando un agradable cuerpecillo en el que echar raíces. Por otro, hay una frase que me acompaña desde hace tiempo y que siempre repito cuando hablo de mi condición epicúrea; no recuerdo dónde la leí pero sí que se la atribuían a Kafka -aunque no sé si es atribución apócrifa-; la aprendí de memoria porque dice mucho de mí: "los recuerdos bonitos mezclados con algo de tristeza saben mucho mejor, así que en realidad no estoy triste sino que soy un sibarita"
Recuerdo mucho a Uno, sus manías perfeccionistas y su extraño olor y sus excesivamente húmedos besos. Y nunca había escrito nada sobre ella, qué raro. La primera novia, aquellos maravillosos daños. Sigue siendo mi récord sentimental, -este dato también debe decir algo sobre mí-, 363 días de pura montaña rusa que se terminaron aunque ya había regalos de aniversario comprados (entiendo que esos regalos se reutilizaron cuando quedó claro que manejábamos un tiburón muerto; no recuerdo qué hice yo del mío si hubo, ni qué era si efectivamente lo compré. Me parece que a mí me tocaban unos libros y un jersey). Creo que ahora es ginecólogo, o pediatra, médico seguro: ya lo era a los 10 años y nunca dejó de serlo, cada notable en filosofía era un infierno de mediocridad y lágrimas que teníamos que soportar con paciencia los hijos del cinco con cinco y que se interponía como una losa en su camino hacia la facultad de medicina. La despedida fue con gritos y cojines lanzados a la cara. Me quedé como compensación con un par de discos suyos, o de su padre, (después del affaire de los cojines no quise devolvérselos) y uno era -y sigue siéndolo, aún lo conservo- el Abbey Road. Esas cosas no se devuelven.
El caso es que mi relación con Uno empezó a quebrarse el día en el que se enteró que yo estaba en el hospital, aquejado de un severo caso de mononucleosis por su culpa. La mononucleosis por su culpa no la supo asimilar, echó balones fuera, culpó a unos inexistentes vasos mal lavados. El origen de todos mis males febriles fue un poco el final de todas mis relaciones duraderas, y ahora debería extraer una conclusión sanitariosentimental de todo ello, pero que me aspen si lo entiendo. Y no quería hacer un post sobre primeros amores y enfermedades incurables, yo quería hablar sobre Salgari y las lecturas del entonces, la adolescencia recuperada. Pero descubrir que el origen de mis bajas defensas, sentimentales y físicas, reside en el mismo beso, te quita las ganas de viajar con el corsario negro, por mucha Yolanda que le arríe los trinquetes.
4 comments:
Salgari y los Dumas me hicieron así, temeroso del destino cruel, siempre sufriendo ese alejarse de lo que más amas, ya sean mujeres o botellas de ron.
En fin, siempre me identifiqué con Aramis, incluso a veces creo que el recuerdo de Milady envenenó cada una de mis relaciones.
santo domingo, distrito federal?? yo también quiero!!! por cierto siempre odie esa gente que sacaba notables y sufría o los de "oh Dios, voy a suspender voy a suspender" y luego sacaban notables, en fin...
Solía tener esa frase de Kafka en un post-it pegado en la pared de mi cuarto, sobre mi escritorio, pero un día se cayó. Hoy estaba tratanto de recordarla y he mirando donde solía estar colgada. Total,en vez de buscar donde estará ese dichoso pos-it la he googleleado y he llegado hasta tu blog. La recordaba parcialmente, nunca la memorice como tú.
No recuerdo donde la lei por primera vez, pero me pareció tan yo, que no pude evitar escribirla y pegarla en mi pared.
No estoy enferma, pero no me importa estar triste... supongo que es mi escusa para leer La ciudad de los Leprosos de Saligari una vez más.
Ya se donde leimos los dos por primera vez la pegadiza frase de kakfa: en " La vida exagerada de Martín de Romaña" de Bryce. Me llamó la atención que buscando una frase tan mia encontrara un blog con la foto de mi cuadro favorito como abatar del escritor. lLi tu perfil y cuando vi a Bryce entre tus lecturas cai y supe de donde habíamos restado la frase.
Siento no haber firmado antes. Marta
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