¡Que me aspen si lo enciendo!. Allí estaba yo, cariacontecido, chinorri total, legañoso y violeta por culpa de los primeros fotones matutinos que atravesaban con su coqueta velocidad habitual la tela de araña que ikeiza el alfeizar de la ventana de mi/nuestra cocina. En el principio fue la nevera: y una mano -la mía, entiendo, pero sigo sin poder abrir los ojos, ni sentir gran cosa- apoyada en el quicio de su puerta, esperando sabe dios qué revelación divina que me dé el pistoletazo de salida: ¿algún deus ex machina a la manera de unos huevos revueltos tal vez?. Pero en lugar de un andamio de madera decisorio manejado con poleas, acerqué un taburete, me senté frente al frigorífico y me canté: It's now or never. Luego sobrevino el ingerido y, más tarde, el estupor y, al final, la náusea. Sí, queridos niños y vecinos todos: haciendo caso al fin a miles de naturópatas, nutrípetas, endocrinólogos y otras faunas digestivas (y a mi madre), y como punto de partida de este periodo de gastronomía razonable que en Velázquez seis llamamos dieta, hoy he vuelto a desayunar.
Si bien estos prólogos en Tiffany's no son más que un vago remedo de lo que mi chamán muy británicamente me aconseja y consisten, apenas, en un trago largo de batido de vainilla bajo en calorías y otro, más corto, de yogur azucarado. Y es que todo empieza siempre por un líquido, desde la vida en este mundo hasta mis enmiendas digestivas: tiempo vendrá en el que aparezcan en mi dieta matinal amebas, reptiles, peces de colores y mamíferos diminutos. Mientras aterrice y no ese momento evolutivo en cuestión, mi par de tragos me ayudan a sentirme medioflex desde que cierro la puerta de casa por fuera, dejo atrás nuestra dorada chapa Baxter&Cortázar, y me lanzo escaleras abajo naufragando en mis propios pantalones: 5.643 kilogramos más tarde, mi armario ropero se ha convertido en un lugar extraño y confuso lleno de inmensos ropajes para figurinistas, payasos y otros elementos circenses de anchos vuelos. Para paliar esa entrada en el ensanche, le daría un giro angosto a mi guardarropa, pero sé que estos arrebatos desengrasantes me suelen durar dos telediarios y, luego, la horrible visión de todo un vestuario estilizado apenas puesto, en mis viejas perchas de plástico azul, me conduciría sin remedio al desenfreno chocolatáctico y a los sujetadores para hombres.
Sancho o no, si a algo jamás haré caso será a los cantos de la sirena soja: no comprendo cómo la gente puede dedicarse a esos brebajes lechosos de tonalidad hepática y tropezones con tanta fruición y tanta vitalidad. Lo mío es el melón, la verdura fresca, el filete de lenguado, las lechugas frutalmente acompañadas con un chorrito de módena, el agua siempre a borbotones, la balanza solo los viernes y el reencontrarme con mis caderas y pedirles perdón por haberlas sepultado en vida hace cuatro años. Dicho lo cual, estos últimos días ha ido creciendo entre mis pliegues un terror amorfo que solo ahora verbalizo: desde que no me dedico a la caloría soy incapaz de escribir una buena línea. La probable existencia de una relación directamente proporcional entre mis michelines y mis ficciones, me tiene un poco acojonado estos primeros días de mis treinta años ya que, llegado el caso, no sabría qué preferir ser: un cachalote con blog o una sílfide sin imaginación.
Glups.
Bob Dylan - Ballad of a Thin Man (Homenaje a Albort, el otro hombre sin barriga)
3 comments:
A mi me pasa al contrario, si es que te entendí bien, porque como voy medio zombie debido al insomnio, me cuesta entender... voy ensanchando las caderas por momentos -ay y ay- y después de ser como una muñequita, empiezo a observar celulitis, y mal cutis, dejé de ser sílfide y me convertí en fumadora empedernida y dada a frecuentar los brazos de Baco, aunque en mi caso con dos Riojas, ya me parto.
Vine a felicitar al gran Poe, aunque creo que Allan, es con elle, aunque siendo tú el experto, seguríiiiiisimo que estoy equivocada, como de costumbre.
Bienvenido a esta década, mis treinta años y los treintayuno, fueron de los mejores que recuerdo.
¿Para cuándo la tarta?
Para mi, de tiramisú y en cantidades desorbitadas.
Chin-Chin *:*
Saludo a los enemigos-caballeros de la máquina del Inn y ejerzo mi queja formal por no haber sido capaz de encontrar algún correo al cual enviaros la foto que saqué ayer.
(si, aunque no lo creáis, me acuerdo!!)
Así que por favor mandadme un email a siliusman@hotmail.com para así tener vuestra dirección.
Un abrazo estrictamente heterosexual
uy uy uy miedo me da...
tanta dieta tanta dieta, a saber con qué nos sorprendes en el programa de esta noche, sin calorías en tus neuronas...
De todas formas, espero que este finde coruñés no sea el único que destroce su interior con alcohol y pulpo, no? aunque esta vez no seré yo el que se despierte con la palabra "decepción" pintada en mi cara, ¡lo juro!
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