Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Tuesday, September 02, 2008

Para Ninfa

Es cierto que había algo en su voz entre angelical y cristalino, como si al hablar vertiera litros de palabras sobre un lago transparente y azul, si la cosa fuera posible a la vez. Es cierto que el lógico toque rosado de su rostro tenía en ella tonalidades más bien verdosas, como un musgo apoderándose milimétricamente de una roca, aunque yo al principio lo atribuí a cualquier enfermedad de la piel, o a alguna ictericia enrevesada. Y también no es menos cierto que más de una vez me había fijado en sus extremidades largas y angulosas, de dedos finos y descarnados como ramas, y en su cabello enmarañado y oscuro, húmedo y profundo como raíces de un árbol cententario. Pero cuando me comentó, entre la segunda y la tercera cerveza, que era una Ninfa del Bosque, la verdad, no me lo creí. Me sorprendió, para qué nos vamos a engañar, aunque soy un tipo acostumbrado a salir con chicas raras, como aquella que se había tatuado en el cuello el nombre de su estilista favorito, o aquella otra que llevaba las orejas, la nariz, los labios y el ombligo perforados por decenas de pendientes, alfileres, lanzas e imperdibles. Al principio intenté tomármelo como algo normal, seguí llamándola para salir aunque le di a mi vestuario un giro más otoñal, con colores naturales y vívidos como verdura fresca sobre una manta de hojas secas, para estar en consonancia con sus preferencias selváticas. Me compré también un manual de botánica, una guía fácil de Esquejes y Vivisección y me hice socio numerario de la fundación de amigos del bonsái: quería estar preparado para cualquier contingencia que pudiera surgirme con mi nueva Ninfa.




Sin embargo, y pese a todas mis precauciones y proyectos, las cosas pronto empezaron a torcerse. A ella el invierno le sentaba muy mal y hablaba de migrar a algún sitio con luz, preferentemente en el hemisferio sur, aunque yo la viera incapaz de moverse a ninguna parte: era de carácter estático, abúlico y un poco vago. Aunque me moleste adoptar la metáfora en cuestión, lo cierto es que, por momentos, parecía marchitarse como una flor enterrada entre las páginas de un libro: lejos del agua y del sol y en pleno proceso de momificación. Como un último intento desesperado por salvarla, le regalé la edición en tres tomos del Señor de los Anillos, de Tolkien, una de esas novelas en las que el entorno natural más que rodear y ser contexto, interpreta su papel y se interrelaciona hasta el punto de convertirse en un personaje más, y en la que además abundan las ninfas, los elfos y los seres mitológicos en general. Pero se me fue el tiro por la culata: dejó mi regalo con desgana sobre la mesa y me dijo abiertamente que se iba, que lo nuestro no funcionaba, que no la regaba como era debido y que necesitaba un transplante urgente como plan último y desesperado.




Me quedé solo, en fin, y sin saber muy bien qué hacer me puse a leer el primer volumen de El señor de los Anillos. A las dos horas comprendí que había perdido una Ninfa pero había ganado un escritor. Sin embargo, hay noches en las que aún me despierto en mitad de la noche, empapado en savia elaborada, y sé que he soñado con la profundidad de sus ojos color verde clorofila y con la nervadura de sus labios ambarinos. Diríase que la añoro frutalmente.



A la fundación de amigos del bonsái sigo suscrito, porque nunca se sabe lo que puede pasar.



Ay, cómo es la vida...




Coldplay. Green Eyes.

6 comments:

narradora de bolsillo said...

¡Quién fuera Ninfa!

Anonymous said...

nada nada, seguramente sería una vanidosa y presumida, que sólo quiere los mejores abonos y agua de lanjarón para el riego, amén de su tiesto de mármol, por supuesto... una de tantas

La reina de la miel said...

Nadie dice "nervadura": cómo te quiero.

annabel said...

El agua de Lanjarón es la mejor ¿algún problema al respecto?

Todas somos ninfas, chicas, hay que valorarse y sentirse una reina, nada de pedir al Universo de Coelho y ese tipo de gilipolleces.

Toda mujer lleva dentro una hija, una madre, una diosa, una musa, y hasta una petarda.

Eso depende de la incidencia de la luz, según se refleje en sus cornisas.

Agur *:*

Anonymous said...

Magnifico,jaja, como siempre Me encanta, esa magia, y realidad ; he copiado esto: (JODER, ME ENCANTA EL CUENTO)

Pero cuando me comentó, entre la segunda y la tercera cerveza, que era una Ninfa del Bosque, la verdad, no me lo creí. Me sorprendió, para qué nos vamos a engañar, aunque soy un tipo acostumbrado a salir con chicas raras, como aquella que se había tatuado en el cuello el nombre de su estilista favorito, o aquella otra que llevaba las orejas, la nariz, los labios y el ombligo perforados por decenas de pendientes, alfileres, lanzas e imperdibles. Al principio intenté tomármelo como algo normal, seguí llamándola para salir aunque le di a mi vestuario un giro más otoñal, con colores naturales y vívidos como verdura fresca sobre una manta de hojas secas, para estar en consonancia con sus preferencias selváticas. Me compré también un manual de botánica, una guía fácil de Esquejes y Vivisección y me hice socio numerario de la fundación de amigos del bonsái:

Pero eso del transplante, joe, debes pillarte algo de jardineria tb, para comprender otra (quién sabe) otra ninfa.. jaja qué bueno

Hellye

Anonymous said...

con un esqueje a lo mejor habría bastado, jaja..qué increible eres.

Hellye