Más allá de la cópula y del trueno
Como agua para chocolate, estos días de corte -y confección- he ido viviendo la realidad con un baño entre melancólico y ochenteril (gracias a Marty, majestad de la miel, puedo hablar de una melancolía retro con cordones don algodón y bonos de colores de discoteca) que me ha dejado, si no de los nervios, un poco trasvolado, con el modo reciénlevantado encendido: el pelo a lo afro y en la boca un pastoso sabor a pérdida de tiempo y a tópico manriqueño. Qué tema de tesis, la noche, de qué maneras se te va metiendo por entre las venas y te induce temores y te provoca obsesiones. Anoche soñé que una ballena gigante bajaba por las escaleras de la biblioteca del milán liquidando a todo hijo de vecino, no sé si en una cruzada contra la incultura. El caso es que luego he estado todo el día recordando viejas batallitas de mis tiempos científicosanitarios, cuando el mundo para mí era del tamaño de un ribosoma y mi libro de cabecera El origen de las especies. Tiempos de Vigo y rosas (recuerdo una especialmente, depositada con mimo al borde de mi cama de hotel recién revuelta, sobre una nota disculpatorioamatoria de mi puño y letra, aunque ahora no la recuerdo verbatim, la nota pero tampoco la rosa, ni qué pude haber hecho para necesitar regalarla y con ella disculparme), que se convirtieron pronto en tiempos de Collige, virgo, rosas
Collige, virgo, rosas
dum flos novas et nova pubes et memor esto aevumsic properare tuum
Coge, niña, las rosas
mientras existe la flor fresca y la nueva juventud y recuerda que así corre tu tiempo
Y recuerda que así corre tu tiempo. Cambié células por corrientes literarias, laboratorios por recitales de poesía y reuniones de green peace por sesiones de cineclub. Y aunque a veces me dan ganas de volver atrás, de coger las rosas de entonces y volver a las disecciones y las bacterias gram negativas, creo que he ganado con el cambio. He contado varias veces, aunque no sé si en este cenáculo, que descubrí Rayuela en mi primer curso en filología, casi recién desembarcado, hace ahora diez años. L, mi casinovia de aquellos días, acababa de dar por finalizada nuestra vaga relación de besos sin sexo -al parecer estaba enamorada del P que también iba a clase y no era yo, del otro P, de p) y yo navegaba por el mundo intentando digerirlo en maratonianas jornadas de biblioteca sin ballena. A las tres y cinco de la tarde, cada día, me asomaba a la ventana para verlos pasar, a L y a P, digo a p, juntos entre muchos, rozándose sin tocarse, gritándome de espaldas y haciendo patente mi soledad bibliotecaria, a la que aún le quedaban cinco horas de martirio mental. Una de aquellas tardes asomantes, en un absurdo acto de rabia y mala leche, agarré el primer libro que encontré a mano -negro, pequeño, pesado, arrojadizo, doloroso seguro- e hice ademán de lanzárselo. Me lo pensé mejor, respiré hondo y volví a mi silla vacía con el libro-arma aún conmigo: aquel libro era Rayuela.
He contado también varias veces -y ahora sí estoy seguro de que ninguna fue entre estas páginas- que aquel libro cambió mi vida, y no sólo por el modo en el que llegó a ella. Cambió mi concepto de entender la literatura y de crearla a veces -plagio, piélago-, y de sentirla siempre. Y la literatura, según he demostrado luego a todas horas, es mi vida; la ficción, que no es real aunque lo parece y pudiera serlo. Ahora, estos días de postillas y betadine, he recordado que así corre del mismo modo mi tiempo, pero que aún puedo recoger otras rosas, rosas como llagas floreciendo sangre. Mientras no sea tarde y hasta que la vida no me sitúe más allá de la cópula y del trueno, puedo.
1 comment:
El blog invisible parece que no lo era tanto, al fin y al cabo.
Como la nota que reapareció en un estante hace unos minutos, la nota que provoca esta verborrea, la nota firmada por Berli: "90" (textualmente, de su puño y letra).
Destacó tan poco en mates como yo en tus blogs.
El día doce,
a las doce y doce,
toca decir, con la boca chiquita: "Dum flos novas".
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