No abrió el dossier enseguida: esperó a que Matellán diera un par de vueltas por la habitación, encendiera un cigarrillo, tuviera claro lo que iba a decir: Stacey Salazar, dominicana, treinta años, dijo, es la penúltima víctima del violador del diccionario y la única que ha vivido para contarlo, aunque en realidad esto último no es del todo cierto: vivió, vive, pero es incapaz de contar nada: habla, pero su discurso se limita a una serie de palabras sueltas sin sentido aparente. Está todo ahí, doctor. Pájaro, cometa, tenedor, alcoba, dice a veces; aunque otras su carga léxica es algo menor, y dice: adecuado, rojo, vital, volitivo. Está como en una especie de shock postraumático de la que no podemos despertarla, estamos desesperados, doctor, hágase cargo: tenemos que coger a ese cabrón. Me han dicho que quizá usted pueda ayudarnos, que es una especie de curandero de lo lingüístico. ¿Qué dice? Puedo sacarle de aquí, si nos ayuda.
¿Así que ahora soy doctor? Creí que me habían encerrado precisamente por fingir serlo. Pevarelo decidió jugar un poco con aquel tipo: necesitaba resarcirse después de tres meses encerrado en aquella ratonera de dos por dos, vigilando siempre su espalda para el que de la ciento doce no le practicara cualquier tipo de gigantismo anal sin ungüentos ni nada. Abrió el dossier, pasó alguna página con desapego, con desgana, con desidia, incluso con abulia. No sé, dijo después de unos minutos, no se parece a nada que haya visto: me parece improbable que pueda ayudar a esta pobre chica o a usted, Matellán.
No me joda, Pevarelo: todo el mundo dice que es usted el mejor, tómese su tiempo, mire bien las palabras, quizá a usted le digan algo, están anotadas en la última página, ¿ve?: rotulador, cordero, penique, desfibrilador. Pevarelo regresó al dossier y fingió estudiarlo con mayor detenimiento: sí, dijo al fin, qué interesante: cada grupo de palabras pertenece a una categoría, ¿no lo ve? Sustantivos por un lado, adjetivos por otro; aquí adverbios, allá pronombres. Creo que sé lo que le sucede: el trauma -la violación, la paliza, el meñique perdido- ha sido tan grande que su realidad se ha desestructuralizado: comprende el mundo, lo conoce y sabe nombrarlo, pero no establece las relaciones sintácticas necesarias para construir significados completos, aisla cada grupo por separado como si quisiera aislarse a sí misma, huir de todo, no crear lazos. Pudiera ser una variante atípica de la enfermedad de Saussure. Está bien, Matellán, les ayudaré: sáqueme de este agujero.
¿Sasug?, malinterpretó Matellán, ¿quién es? ¿algún médico húngaro, especialista en insuficiencias cognitivas? Pevareló se río y, mientras empezaba a empaquetar sus cosas, dijo: me cae usted bien, Matellán.
3 comments:
Al mejor estilo James Ellroy
actualizaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Voy
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