Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Monday, June 14, 2010

El planeta de los nimios -Para F, porque ahora comienza la verdadera aventura. Enhorabuena-.

(...) por eso nunca seremos la pareja perfecta,
la tarjeta postal (...)


-J. Cortàzar-


De una lectura pervertida aunque obsesiva de Isaac Asimov, le habìan venido siempre las ganas a Jaime Alcanfor de dedicarse a la invenciòn y al cientificismo, y asì posibilitar los viajes en el tiempo y la colonizaciòn de galaxias lejanas. La astrofìsica era, para èl y segùn una definiciòn temprana y caprichosa, el arte màs sublime, pues nace de la necesidad de combinar de manera novedosa los materiales al alcance de la mano para modelar una nueva realidad, más atractiva y afable. Mediocre y poco dado a los esfuerzos, su nota media finalizado el bachiller no habìa sido, irònicamente, para tirar cohetes, y la salida màs lògica y accesible parecìa el derecho mercantil, lo que en relaciòn a sus intenciones aeroespaciales hubiera supuesto algo asì como el fin. Convenciò a sus padres para que le dejaran tomarse un año sabàtico en cuyo transcurso decidiò que nada era imposible, y que el autodidactismo no habìa arredrado a otros genios de lo sideral como Leibniz o Miguel Hernàndez, aunque de lo de Leibniz no estaba seguro.


No obstante, con el tiempo se vio incapaz de vencer el aburrimiento que suponìa encontrar cierta armonìa entre la direcciòn de los vectores y la maldiciòn de las cuerdas resonantes, asì que no tuvo màs remedio que eliminar los inconvenientes problemas teòricos y pasar a la acciòn directamente. Despuès de meses de detallado anàlisis, Jaime llegò a la conclusiòn de que los descubrimientos màs relevantes de la historia de la humanidad, como la Gravedad o el Condensador de Fluzo,  habìan tenido lugar aparejados a episodios  craneoencefálicos traumàticos, asì que se puso de inmediato a someter a su cerebro a un elevado estrès por colisiòn. Su padre lo encontrò inconsciente, en el suelo de la cocina, casi al borde del coma, tras desafiar las leyes de Newton a cabezazo limpio contra la pared del comedor. Al parecer, una imperfecciòn del gotelè le habìa provocado un derrame cerebral del que, tal vez, soñaba con despertarse en posesiòn de la cura contra el cáncer o contra la estulticia preponderante. El amanecer, sin embargo,  no le trajo sabidurìa y gloria, y sí más bien una pérdida estimable de movilidad en los mùsculos orales y una visiòn incompleta, poco profunda y absolutamente en blanco y negro. Con la demanda suculenta a la inmobiliaria en el bolsillo, sus padres le regalaron un supertelescopio último modelo para que no se apartara radical, o traumàticamente, de lo cientìfico y para que llevase con dignidad su tara ya que en el cielo,como bien decìa su madre, por la noche todo es en blanco y negro.


Pese a los esfuerzos familiares, y aunque nadie supo nunca bien còmo, el caso de Jaime Alcanfor trascendiò y desde la prensa supusieron mofa constante tanto sus iniciativas como su desventura. Esta sàtira mediàtica afectò definitivamente a Jaime, que optò por recluirse en su cuarto con un montòn de pelìculas de Harold Lloyd y su flamante telescopio, con el que barrìa el cielo por las noches imaginando naves que cruzaban su campo de visiòn a la velocidad de la luz, ataviadas con el acelerador Alcanfor, en pos de la colonizaciòn y la perpetuidad de la especie. Fue asì como una noche de casi verano descubriò a AJ-u-9742, un fragmento de cometa desligado, de unos cuarenta kilómetros de diámetro, y que volaba grácilmente en direcciòn, parecìa, a la tierra. Ahì estaba su momento de gloria, ahì sus cinco minutos, ahí su nombre recordado para siempre en forma de puntito luminoso acercándose. Pero el silencio era màs apetecible: por un lado, què efìmera serìa su gloria si al cabo la raza estaba condenada a extinguirse por impacto; por otro, era un justo castigo para ese mundo cruel y desalmado lleno de nimios, que se habìa reido de su desgracia y su ruina: enterarse cuando ya fuera demasiado tarde. Sí, al fin justicia poètica para Jaime Alcanfor. Asesinò a sus padres con una soluciòn cloroformada en la sopa, ya que no querìa verlos sufrir, presa del pànico, hasta el fin, y se sentó a esperar el fin del mundo en blanco y negro. Lo malo es que, teòricamente, nunca habìa sido una lumbrera, y cuando se dio cuenta de que habìa errado sus cálculos por dos ceros, el impacto terminal se habìa convertido en una especie de fuego de artificio inofensivo que la gente saliò a celebrar como una lluvia de estrellas. En el barrio pronto echaron de menos a sus padres y fue cuestiòn de tiempo que los encontraran en la alacena, al lado de los melocotones en conserva.

Te cuento esto porque esta mañana su nombre volviò a las contraportadas del periòdico. Al parecer, prepara su primera biografìa autorizada, Yo vi el fin del mundo y no era en color, que los expertos vaticinan como el mayor èxito editorial desde aquella de los libros asesinos de Ruiz Zafio. Ver veremos.