Merde alors ¿por qué no? Hablo de entonces, de Sèvres-Babylone, no de este balance elegiaco en que ya sabemos que el juego está jugado.

Wednesday, December 31, 2008

Año de ¿vienes?

a BrinBrin


Creo que es por culpa del participio que mi especia favorita sea la nuez moscada. No sé exactamente qué platos condimenta pero me encanta usarla en frases como: "sí, y yo le añado luego una pizquita de nuez moscada, es lo que le da ese sabor como a recién anochecido", y eso que la cocina no me resulta extraña: hubo incluso una época, a finales de los noventa, en la que mi máxima ilusión era convertirme en un experto cocinero de entremeses y aperitivos (otra cosa que aprender sobre mí: prefiero mil veces un prólogo a un epílogo, un título mediocre a una buena moraleja, un primer paso vacilante a una carrera de diez kilómetros: de ahí que me pase la vida principiando cosas que luego no llegan a nada: la ilusión está en el empiece, en los libros teóricos, en comprarse en ikea la silla perfecta para poder estudiar italiano).


Durante estos dos últimos meses de silencioso y cubierto de polvo veíase el blog, he comprendido que cuando Bilbo Baggins comenzó a tomar notas para su There and back again, entre otras muchas cosas al fin y al cabo un libro de viajes, supo que se trataba de la obra de toda una vida. Y también supo que su pequeña existencia (que érase una vez había sobrevolado la apacible rutina comarcal hobbit para correr, rodeado de enanos, secundado por un mago de sombrero puntiagudo y gris, a enfrentarse con un dragón -quizá el último vivo: la extinción de una especie, valorado en términos ecológicos-) se iría extinguiendo a medida que sus manos y sus pliegues cerebrales volvieran una y otra vez, para mejor poder contarlos, a los apasionantes acontecimientos de aquella escapada inusual (inusual, en todo caso, para un hobbit, tal yo, cuya idea aproximada de la aventura está en repetir postre después de una copiosa cena regada con buenos caldos del delta dle Brandivino). Escribir esa historia -y recordarla, revivirla de alguna manera- suponía algo así como el colofón, la guinda, la escena final del último acto de una tragicomedia perfecta: y el punto final de los finales un broche más que perfecto. Y ni siquiera el apagado influjo del anillo único podría evitar ya lo inevitable.

La noche vieja es una suerte de promise land temporal en la priman la tábula rasa y el propósito de enmienda. De entre todas las tradiciones veteronocturnales me encanta esa de la lencería roja para la última cena del año y me da por temer que a Superman, si es que anda por ahí de servicio el 31 de diciembre, le puedan invalidar el esfuerzo por llevar los gallumbos sobre los pantalones de trabajo, y no al revés. Sería para él un chasco aunque no sé si un tipo con supervelocidad, superfuerza, visión de rayos equis y belleza ochentera, le hará falta algo de suerte más: tal vez sí si, como en aquella peli de Kevin Smith opinaban, solo Supergirl pudiera albergar en su útero al probable hijo de Super, si solo ella entre todas las mujeres fuera capaz de soportar la embestida mortal del superesperma de nuestro héroe clarckentiano: ¿qué sería de Loise Laine y de su tan ajetreado amor?. Ay.


De todos modos prefiero pensar, como Bilbo, que solo los límites literarios te permiten algún tipo de cuenta nueva y te dejan reinventar las normas, que, por mucho que te bautices de rojo donalgodón, si no existe el propósito escrito el mundo continuará rodando víctima del caprichoso azar, que la ficción sigue siendo más apetecible que la realidad, aunque esta se vista de nuez moscada.

Feliz 09.


El mejor concierto del año





Y el descubrimiento